¿Cuáles son las Leyendas Salvadoreñas?, no te lo pierdas

El Salvador, es un país, que al igual que otros de Latinoamérica, se caracteriza por contener en el haber de su cultura, mitos y leyendas muy famosas, que forman parte de su tradición, y cuyos personajes, son realmente inolvidables e incluso muchos de ellos te dejarán sin aliento, en el relato de estas Leyendas Salvadoreñas.

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Leyendas Salvadoreñas

Las leyendas salvadoreñas, son narraciones del tipo fantasioso, que forman parte de la cultura de El Salvador, así como de sus tradiciones, con carácter tanto religioso como ancestrales, que han pasado de generación en generación.

Algunas de las historias son creaciones de sus autores, mientras que otras, sirven como referencias vivenciales de los pobladores de esta importante región, a través de las cuales, ponen de manifiesto su gentilicio.

No importa si se trata de leyendas cortas o largas, lo atractivo está en las características de sus personajes místicos y misteriosos, historias que datan desde el tiempo de la colonia. Existen de varios tipos y clasificaciones, pues están las leyendas de terror, las urbanas, las indígenas, entre otras.

Clasificación de las leyendas salvadoreñas 

Las leyendas salvadoreñas, están clasificadas en distintos tipos, entre ellas tenemos: Las Leyendas etiológicas, cuyo contenido está asociado a la creación, formación, origen y desarrollo, de lugares, pueblos, comunidades, o en la naturaleza, los cerros, montañas,  volcanes, entre otros.

Las leyendas indígenas, que en el caso de El Salvador, son de las más comunes y antiguas, pues la mayoría data de los tiempos de la colonia y el encuentro entre los españoles y los indígenas. Leyendas mitológicas o de terror, donde son descritos los personajes fantásticos, y otras criaturas sobrenaturales, con una fuerza y poderes prodigiosos.

Leyendas religiosas, que son aquellas donde se narran sobre hechos, costumbres y tradiciones religiosas; sus tipos personajes son del ámbito religioso, curas, santos o vírgenes. Leyendas urbanas, donde se cuentan las historias sobre pueblos y ciudades. También puedes leer mas mitos en las Leyendas del Paraguay

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Leyendas Etiológicas

Dentro de estas leyendas, se muestran historias relacionadas a la creación y a la magia del pueblo salvadoreño, a continuación algunas de sus leyendas más resaltantes

Los arbolarios

Dentro de las leyendas salvadoreñas está la conocida como “Los arbolarios”, de quienes se dicen, eran llamados los genios de las tempestades y ladrones de los lagos, quienes inclusive, hasta hace poco, todavía continuaban llevando a cabo sus fechorías.

Se dice que apenas escuchaban los truenos de las tormentas, sus ojos comenzaban a chispearles. Muchos los comparan con mujeres malas, que en su paso, iban dejando destrucción al igual que un huracán. Se manifestaban durante las tardes tempestuosas, emitiendo un ruido sordo que daba aviso a que estaban montados sobre palos secos.

Bajaban sobre los cultivos de maíz y los cortaban, además que se transformaban en animales como lagartijas o culebras, mordiendo a todos aquellos que se detenían a verlos. Los arbolarios, eran criaturas sobrenaturales, asociados con la naturaleza, los ríos y lagos, las lluvias y las tormentas.

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La barranca del Sisimico

En la barranca del Sisimico, es otra de las famosas leyendas salvadoreña, la cual se deriva del gran valor geológico que tiene este sitio para su región, encontrándose en él fósiles tanto terrestres como marinos, en las paredes de la barranca. Debido a la presencia en el lugar de grandes huesos, sus pobladores creían que los mismos, le habían pertenecido a gigantes de la Mitología que existieron en el principio de los tiempos.

Específicamente, se referían a la existencia de un gigante colosal llamado Sisimico, cuya descripción era parecida a un cíclope, es decir, una criatura de un solo ojo, quien se iba hasta el fondo de la barranca con la intención de descansar, apoyando para ello los brazos en las paredes laterales, y desde allí, contemplaba las bellezas del entorno.

El término “Sisimico”, es un nombre en lengua nahuat (originaria de los indígenas), conformada por las voces simples SISIMITL, que significa duende o brujo; mientras que CO, es sufijo de lugar; es decir, el lugar de los brujos o los duendes. Actualmente la Barranca del Sisimico no existe, puesto que desapareció durante un deslave que se produjo en el año 2009.

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La botija de El Congo

De las leyendas salvadoreñas, esta historia viene de El Congo, donde las personas mayores cuentan que hace muchos años, dentro de una hacienda que era propiedad de Don Ceferino Mancía, se encontraba una rara y mística piedra.

Se dice que unos trabajadores del lugar fueron a moverla, consiguiendo que debajo de la misma, se encontraba enterrada una “botija” o vasija, colmada de monedas entre oro y plata. De inmediato, uno de los trabajadores fue avisarle del hallazgo al propietario de la hacienda, quien se quedó con todas las monedas.

Aunque aquel día, todos pensaban que habían dado con una gran bendición, fue todo lo contrario, puesto que los días después del hallazgo, el dueño de la hacienda se enfermó con un mal misterioso, y cada día se fue agravando más, hasta que finalmente murió.

Aquella famosa piedra ahora se muestra en la Gasolinera de los Mancía, ubicada en el centro de la Ciudad, llamada ahora gasolinera Puma. A la piedra la nombraron “monolito”.

El Cipitío, una de las leyendas salvadoreñas populares 

Entre las leyendas salvadoreñas, figura como una de las más populares, la historia del El Cipitío, quien se llamaba originalmente Cipit que en la lengua nahuat, significa niño. Este personaje no solo es conocido en El Salvador, sino también en otros países como México, Nicaragua, Guatemala y Honduras.

El carácter de esta leyenda puede ser de corte ancestral y religioso, que data de la época precolombina. Era u ser místico al cual se le atribuyen diversos poderes y habilidades sobrenaturales, que solo utilizaba para divertirse y no en perjuicio de alguien. ​

Según reza la tradición, El Cipitío era hijo de la diosa lunar llamada Sihuet o también en otras narraciones se conoce como Sihuehuet, junto al dios Lucero de la Mañana. Sin embargo, su fecundación fue producto de una traición para el dios Sol. Como consecuencia, el dios Tláloc, jefe de todos los dioses, castigo a la madre convirtiéndola en mortal, pasando a ser una simple mujer que andaría errante por el mundo.

​El castigo también llegó al fruto del pecado, pues el dios condenó al niño a jamás crecer, y por siempre tener 10 años de edad. Existe otra historia en relación con la leyenda de El Cipitío, donde se indica que su madre lo tuvo junto al príncipe nahua Yeisun, quien era el hijo del dios Tláloc.

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Sin embargo, se dice que ella nunca lo cuidó, por lo que el dios Tláloc lanzó una maldición sobre ella que incluyó a su hijo, condenando a tener para siempre la edad de 10 años. El comportamiento de su madre influyó en las características de El Cipitío, quien por muchos siglos fue conocido como el dios de las relaciones prohibidas y adulteras.

Su forma es representada como la de un niño alegre, que vaga por los rincones, convirtiéndose así en un icono dentro de la cultura y las tradiciones salvadoreñas. Físicamente se ve como un niño, con gran barriga, portando una manta de color blanco y unas sandalias, más un sombrero con la forma de una palma puntiagudo y con alas también grades.

Según la leyenda, este ser mitológico hijo de dioses, tenía el poder de teletransportarse. Aunque es un ser inofensivo, puede llegar a hostigarte con sus bromas, donde se burla de las personas a carcajadas muy ruidosas.​ Le gusta perseguir a las muchachas bonitas del pueblo, y para alejarlo se dice que tienen que comer en el baño, pues esto le da mucho asco y termina por irse.

El Caballo Negro

Otra de las leyendas salvadoreñas famosas es El Caballero Negro, a quien también denominan como la leyenda del cobrador del diablo. Según la historia, este personaje hace caer en tentación a las personas, ofreciéndoles favores y fortuna a los individuos desdichados, que se vuelven presa fácil y caen en la trampa.

La condición que se establecía para poder ser el beneficiario de los favores, era que los candidatos, debían invocar al diablo para recibir así buena fortuna, mejorar la salud o tener éxitos en el amor. No importaba cual fuese el problema, él podía resolverlo. Una vez que era invocado, se les aparecía a los desdichados la imagen de un hombre montando un caballo.

Un ser muy elegante y que lucía una gran capa. Era entonces el momento en que se cerraba el trato, se le concedían los deseos a las personas, a cambio de quedarse con el alma de la misma. Lo que las personas no sabían, era que sus deseos, la buena suerte, el amor y la salud, sólo les durarían unos 7 años y, luego de ese tiempo, tendrían que pagar con sus almas el favor concedido.

La Cueva Cukinca

De las leyendas salvadoreñas, esta toma vida en las adyacencias del sector Los Patios en Morazán del país, donde se puede visualizar una enorme piedra, ambientada con la existencia de un pozo de agua dulce, que sirven como entrada a una cueva enmarcada por un misterio que encierran los sonidos que de allí se emiten.

Si te acercas mucho a ella, puedes escuchar caer el sonido de tres gotas de agua de manera continua: “cu kin ka”, un aspecto que se ha tomado en cuenta para colocarle el nombre a este místico lugar. Se dice también que hay una fila de rocas bien dispuestas ubicadas al fondo del pozo, y cuando los curiosos las desordenan, vuelven aparecer en su posición original, como si nadie las fuese tocado.

Sin embargo, no todos los sucesos que ocurren en la cueva son naturales, también han ocurrido algunas tragedias que le han dado mala fama, convirtiéndose en la razón por la que muchos no quieren estar cerca de ella. Uno de los casos más sonados fue el de un hombre que falleció con fiebre muy alta, luego de haber cavado una zanja intentando secar el pozo de la cueva.

También se dice que dentro de las profundidades de la cueva existe una entidad que recibe a personas en calidad de ofrendas, a los que llaman “pactados”. Cuentan que algunos han logrado escapar de la misma, pero entonces son perseguidos por una especie de maldición, donde se enferman gravemente y mueren.

La cueva de la Luna

En las leyendas salvadoreñas encontramos la cueva de la luna, que se ubica en el río Shutía de Jayaque, donde anteriormente existió un hermoso y pequeño pueblo. Una cueva que se encontraba en las adyacencias del río, tenía una característica muy particular, pues fue forma era la de una media luna.

Se dice que constantemente, los pobladores de la región se preguntaban por la ocurrencia de los fenómenos naturales como el viento y las lluvias, o la formación de las montañas y volcanes, procurando además varias formas de entenderlo, pues era gente muy sencilla e humilde.

Tenían como creencia que a pesar de que el sol se ocultaba en las nubes, se mantenían ahí vigilante para brindarles la luz necesaria al pueblo y la tierra para la siembra. La misma curiosidad sentían con respecto a la luna, más sin embargo, en este caso, no estaban tan seguros de que cuando no la veían, siguiera allí en el cielo.

Por muchos años, aquella incógnita permaneció sin respuesta, hasta que un día, un joven quiso seguir a la luna. Esperó pacientemente a que se hiciera de noche y la luna apareciera, y cuando la luna intentaba escapársele entre el cielo estrellado, el joven la siguió, atravesando las montañas y valles, buscando a la bella luna.

Cuentan que ya cansado de tanto perseguir a la luna, aquel joven pudo ver recompensado su esfuerzo, pues de repente la luna comenzó a bajar como si fuese hacia él. Mientras iba descendiendo, su luz se hacía más intensa, iluminando el rostro del joven. Dicen que bajó hasta las orillas del río Shutía, cerca de un montón de piedras grandes, y luego entró a una cueva.

El joven estaba emocionado por haber resuelto el misterio de la luna, y cuando había decido volver al pueblo para contarlo, observó que poco a poco, la luna se transformaba en una hermosa y brillante mujer, la cual se recostó sobre unas piedras para descansar, tomando la forma de una media luna.

El joven volvió a su casa, y le contó a su familia lo que había visto. Desde entonces se dice que todos los lugareños visitan el río Shutía con la intención de ver a la hermosa luna transformada en mujer y descansando sobre las piedras de la cueva. Cada noche, las personas la contemplaban, admirándola por su imagen fina y elegante, y como mostrando una sonrisa.

Con el paso de los años y la llegada de nuevas generaciones, los vicios y la maldad se fueron apoderando de la región, por lo que la luna entristecida y apenada, decidió jamás volver a bajar al mundo de los hombres. Es por eso que ahora nadie sabe a dónde se va a descansar. Sin embargo, como recuerdo de su historia, dejó una bella cueva en forma de media luna, en el río Shutía de Jayaque.

La Cuyancúa

Según las leyendas salvadoreñas y de acuerdo con el relato popular, la Cuyancúa, se refiere a un ser legendario, que ostenta gran tamaño y de apariencia extraña, a quien también llaman Cuyancuat, cuyo cuerpo es mitad serpiente y mitad cerdo.

Aunque muchas veces aparece sola, también lo puede hacer en manadas, para anunciar la llegada de las lluvias. Cuentan también que puede ejercer cierto dominio sobre las aguas de los ríos y de la misma lluvia, manifestándose emitiendo ruidos tenebrosos a manera de chillidos que se escuchaban al caer la noche, junto a la ocurrencia de fuertes turbulencias bajo la tierra.

Todos estos fenómenos hacían temblar de pánico a los lugareños, quienes permanecían encerrados en sus casas mientras pasaba todo. Se dice que estos sonidos provenían de los alrededores de quebradas, lagos y ríos, donde por lo general, la Cuyancúa iba en búsqueda de alimentos.

Todos quienes aseguran haberla visto, se han desmayado por la impresión e incluso, hay algunos que pierden el habla por un tiempo. Lo recomendable es que al topársela, la persona cierre los ojos y se encomiende a Dios.

La narración señala que aún la Cuyancúa se encuentra escondida en los alrededores del balneario Atecozol, arrastrándose por las orillas de las quebradas, enrollándose entre los árboles, hasta que se pierde de la vista por algún tiempo.

Dicen que sus chillidos se escuchan en los riachuelos, donde se aparece para asustar a las lavanderas del Río Grande. Esta leyenda también reza que por donde la Cuyancúa escarba para esconderse, se van formando yacimientos desde donde brota agua limpia y fresca, razón que le acreditan a la región por contar con buenas vertientes de agua.

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El gran dios Tláloc de las Leyendas salvadoreñas

Cuentan que en los tiempos antiguos, entre los dioses toltecas, estaba el dios Tláloc, dios del rayo y de la lluvia, lo que lo convertía en una deidad muy importante. Era considerado el dios supremo de las lluvias, dador de vida y proveedor del sustento.

Al mismo tiempo que se le rendía honores y era venerado, también era muy temido, según cuentan las leyendas salvadoreñas, ya que tenía la potestad de además del rayo, los truenos y el granizo.

En su señorío, representaba el poderoso elemento del agua, por lo que se le asociaba a la fertilidad y la abundancia de los campos, especialmente de las cosechas, ya que la región estaba caracterizada por ser una zona agrícola.

Cada vez que querían que llegase la lluvia, los seguidores del dios Tláloc le imploraban para que desde cielo, cayeran abundantes aguas y con ello, poder tener una excelente cosecha. Según su historia, el dios Tláloc era hijo de Ometecuhtli y Omecihuatl, llamados los dioses creadores y padres de los principales dioses que forman parte del panteón nahua.

Era esposo de la diosa Chalchíuhtlicue, diosa del agua y del amor, y padre de los tlalocas que significa nubes. Los hijos de este dios, permanecen en las cuatro esquinas del universo sosteniendo cuatro vasijas contentivas de: sequía, agua contaminada, lluvia fresca y granizo.

Se dice que los pobladores le rendían tributo a través de la realización de oraciones y hasta sacrificios, con la intención de que uno de sus hijos, suelte la lluvia sobre la tierra para hacerlas fértiles y obtener buena cosecha.

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Los Managuas

La leyenda de los Managuas está vinculada al mito de los Arbolarios, ya que ambas tienen que ver con torrenciales aguaceros e inundaciones; así como huracanes y erupciones volcánicas, entre otros fenómenos naturales, que se les atribuían a una especie de espíritu maligno presente en la naturaleza.

Para los Mayas y los Kekchí, se trataba de un genio al cual nombraron como “Mam”, mientras que para los indígenas pipiles, era llamado “Man-Agua”, quienes no pensaban que era uno sino varios, con el poder de multiplicarse y producir un daño mayor, siendo así los managuas, a quienes describen como unos viejos enanos, cabezones y con caras grandes.

Cuentan que por lo general los managuas se aparecían en las puntas de las tormentas. Dentro de otros relatos, se dice que estos managuas, eran unas mujeres jóvenes y muy hermosas, de piel blanca, que bajan a la tierra en días de tormentas, y luego se elevan a los cielos por medio del impacto de los rayos, con los que se liberan.

Además de producir las tormentas, también eran responsables de los grandes y fuertes huracanes. En boca de los abuelos, los managuas eran en realidad unos malvados ángeles que recibían órdenes de los duendes de las lagunas. La forma de hacerle daño a la tierra, era por medio de las terribles tormentas. Esta es una de las leyendas salvadoreñas poco conocidas, solo en Nicaragua y El Salvador.

El Partideño

Esta peculiar narración de las leyendas salvadoreñas, tuvo lugar en el departamento de Chalatenango en El Salvador, donde dicen que hay un hombre legendario, muy conocido en la región, que va siempre por ahí descalzo y con un gran sombrero llamado “el Partideño”, o también, de acuerdo con sus características “el Sombrerón”.

Cuenta que habita en la cueva de un cerro, en la zona de San Ignacio, donde tiene muchos animales entre los cuales se encuentran vacas, gallinas, cabras, entre otros animales de granja. Dicen que tiene tanto dinero, que se le puede ver con frecuencia como lo asolea colocándolo sobre un cuero de res.

De carácter callado y poco amistoso, distinguiéndose por siempre llevar en la mano un lazo. Comentan que tiene un don especial, el cual consiste en que el ganado lo sigue a donde él le indique como si estuvieran encantados o hechizados.

Los pobladores quedaban atónitos cuando lo veían pasar caminando cerca de granjas vecinas, y los animales comenzaban a seguirlo. Vendía mucho ganado en varios países, pero al regresar al Salvador, traía nuevas vacas. Dicen que aplicando este método fue que se hizo tan rico, aunque se rumorea que fue también por varias estafas, sin embargo todo son rumores.

El pescadito de oro

La leyenda del Pescadito de Oro, es una de las leyendas salvadoreñas que tuvo lugar en la comunidad de Nahulingo, un bello pueblo ambientando con preciosos paisajes naturales y con gente sencilla y gentil. Sin embargo, es conocida también por haber sido muchos años atrás, refugio de un sin número de chamanes, hechiceros y brujos muy poderosos, al igual que el pueblo vecino de Izalco.

Los ancianos de la región, grandes conocedores de mitos y fabulosas leyendas, cuentan que en tiempos muy remotos, vivió una mujer muy joven y hermosa, siendo la más bella en toda la región, razón por la cual, todos los caballeros quedaban prendidos de su hermosura, contándose entre ellos algunos hechiceros de la zona.

Invadidos por un sentimiento de lujuria hacia la joven, estos hechiceros deseaban poseerla, mientras que la ingenua jovencita desconocía de las intenciones de estos malvados señores. Como la joven no estaba interesada en casarse todavía, rechazó a los brujos pretendientes, algo que no tomaron muy bien ellos, jurando vengarse de ella.

Se dice que todos los brujos de la región se reunieron para hacer un hechizo que fuese tan poderoso con el cual nadie pudiera ver a la joven nunca más y solo ellos pudieran hacerlo. La hermosa dama solía bañarse siempre en un manantial ubicado cerca del cantón Piedra de Moler de la comunidad de Nahulingo.

Apenas se asomaba el sol, la bella joven se metía al agua desnuda y su bella figura dentro de las aguas del manantial, la hacían parecer como toda una diosa. Pero su belleza solo le traería desgracias representada con la venganza de los malvados brujos. Reza la leyenda que uno de los días en que la joven se disponía a tomar su baño en el manantial, a pesar de que el sol aún no había salido, se desnudó y comenzó a nadar.

Una vez en el agua, la joven comenzó a sentir que algo extraño le ocurría a su cuerpo; su forma estaba cambiando, encogiéndose de tamaño, hasta que terminó convertida en un pez muy pequeño y de un tono color dorado como el oro.

Los brujos que permanecían escondidos en el monte para espiar a la hermosa joven, fueron testigos de la transformación y de la consumación de su perversa venganza, pues la joven sería el pescadito de oro, para siempre. Los malvados brujos le decían a la joven ya convertida en pececito, que era su preciado tesoro y que ya nadie podría tenerla excepto ellos.

Sin embargo, los malvados hechiceros no contaban con que el perverso hechizo tendría una contra, que solo podría romperlo alguien puro de alma y corazón. A pesar de esto, cuentan que aún el pescadito de oro sigue nadando las aguas del manantial en la región de Nahulingo, a la espera de ese ser puro de corazón que al verla tan triste, pueda romper su hechizo.

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El Volcán de Izalco

Cuentan las leyendas salvadoreñas, que los orígenes del descubrimiento del volcán de Izalco se dieron a raíz de unas excavaciones que se llevaban a cabo en la región con el mismo nombre. Los testigos del hallazgo comentaban que mientras sacaban tierra para elaborar adobe, observaron magnificados semejante obra de la naturaleza, dando pie al inicio de esta interesante leyenda.

Dicen que los religiosos extremistas, impidieron que se continuarán los trabajos y las obras, por los que las autoridades locales, mandaron a cerrar la excavación y nadie más habló del tema. Fue muchos años después que se dio a conocer aquel soprendente y antiguo misterio sin resolver que rondaba en el lugar.

Dentro de las tradiciones izalqueñas, resalta esta interesante historia, donde señalan que en este subterráneo era donde el diablo guardaba sus tesoros, creando el cerro para cubrirlo y que nadie lo encontrara. De igual manera, existen otras versiones de la misma historia, por ejemplo, una de ellas es sobre una pareja que vivían en una gran hacienda, ubicada en el lugar donde ahora se sitúa el Volcán.

Estas tierras eran tan grandes y extensas, que se las alquilaban a los indios pobres, para hacerlos sirvientes por siempre. Tenían la suerte de que la tierra era muy fértil y todo lo que sembraba se les daba en buena cosecha, como si Dios los estuviera favoreciendo siempre.

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Sin embargo, nada de esto hacia cambiar a la pareja, pues estaban llenos de codicia y actuaban con un mal corazón. Cuentan que los pobres indios debían pagar con toda su producción, los altos arriendos, quitándoles toda la cosecha. Narran también que una noche de lluvia y tormenta, se acercó hasta la hacienda un señor misterioso que llevaba puesto unos anteojos negros y una sobrebotas de cuero, montado sobre un imperioso caballo.

Como aquel hombre parecía ser muy rico, los dueños de la hacienda lo recibieron con mucha amabilidad. En el caso del resto de los residentes, es decir, los indígenas, se mostraron reacios a verlo pues sintieron un extraño temor con respecto a la presencia de ese extraño individuo.

Ese mismo temor lo sintieron los animales, los cuales comenzaron a chillar, los perros a aullar y el ganado se echó a correr hacia la montaña haciendo fuertes mugidos. Dicen que los patrones de la propiedad estuvieron muy alegres en compañía del extraño, celebrando y bebiendo hasta altas horas de la noche.

Desde aquella noche, el extraño forajido visitaba a la pareja todas las días, sin parar. En una de las conversaciones, el hombre misterioso se dio cuenta de la codicia que tenían los hacendados, por lo que les habló sobre el fabuloso tesoro que se encontraba enterrado en las tierras de la hacienda.

Terminó confesándose que él era el demonio y que ese tesoro le pertenecía, pero podía compartirlo con ellos a cambio de un trato, el cual era que tenían que cavar un pozo personalmente, en el lugar y a la hora que él les iba a indicar específicamente.

El diablo por su parte, sería quien dirigiría las acciones todas las noches. Así lo hicieron entonces, comenzaron los trabajos de excavación durante tres largos días seguidos y ya el pozo contaba con una gran profundidad. De pronto, llegó el día del hallazgo del fabuloso tesoro, un barril lleno completamente de lingotes de oro, diamantes, esmeraldas, plata, rubíes, zafiros y demás piedras preciosas, que cambiaban su destello y brillo a la luz de la luna.

Sin embargo, eran tan codiciosos que seguían cavando más y más, gritando eufóricos “hay mucho más, hay muchos más, hay muchos más! El diablo, que apareció en el mismo momento del hallazgo, tomó a la mujer por el cabello y la lanzó al pozo junto con su marido dejándolos enterrados vivos, mientras él se marchaba con su gran e impresionante tesoro para esconderlo en otros sitios.

El párroco del pueblo, al enterarse de lo ocurrido se fue hasta la hacienda acompañado de un grupo de personas para orar en aquel el lugar maldito. Pero, eso solo empeoró la situación, pues cuando cayó el agua bendita sobre el pozo, de la boca comenzó a salir una especie de gritos espeluznantes y alaridos. Presos por el miedo, tanto el cura como sus acompañantes se echaron a correr.

Con el tiempo comenzaron a notar que de aquel pozo infernal salía humo, y seguido se observó una columna de fuego. Y así se originó entonces está historia de las leyendas salvadoreñas, al igual que parte de la Puerta del infierno, que quedó ubicada en aquella hacienda. Y es así es como precisamente los indios del lugar comenzaron a llamar al volcán de Izalco.

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El Zapamiche

La leyendas salvadoreñas ligadas a El Zapamiche, dan a conocer que éste, es el nombre de un pez muy popular en El Salvador. Es llamado de varias maneras, entre las cuales están: el pez perro, pez sapo o también pez brujo. Según cuentan, todos esos nombres le han sido colocados por parte de los pescadores que laboran en las aguas del golfo de Fonseca, específicamente, aquellos que andan por los alrededores de la isla de Meanguera.

Este curioso pez ha sido el protagonista de muchos cuentos, rumores y anécdotas, pues el pobre es realmente de un aspecto muy feo. Sin embargo y pese a eso, es muy famoso gracias a sus propiedades con efectos afrodisíacos. Dicen que su fama es tal, que los lugareños lo bautizaron como el viagra del mar.

De acuerdo al dicho que encierra esta leyendas salvadoreñas, si algún viejito llega a tomar una sopa de este pescado o lo come, estará feliz por un tiempo. Dicen también que les sirve a las mujeres recién paridas que no producen leche materna, pues al comer o tomar un caldo de este pescado, le saldrá mucha de sus pechos.

A pesar de sus múltiples beneficios, el que prevalece es el efecto como afrodisíaco, ya que se dice que solo con tomar la sopa de este raro pescado, podrías enviar a tu pareja al hospital, o dejarlo loco y hasta muy posiblemente en silla de ruedas. La fealdad de este pez hace contraste con la belleza natural de su hábitat. Si te gustó este articulo puedes revisar en nuestro blog el tema de Leyendas Ecuatorianas

Leyendas Indígenas

El pueblo del Salvador mantiene muy arraigada su cultura indígena, es por ello que se mantienen vivas muchas leyendas de origen nativo en la actualidad, a continuación algunas de las más representativas.

Leyenda del Cacao

Esta es una de las leyendas salvadoreñas asociadas a los ancestros y los aborígenes. Se dice que un día, el dios Quetzalcóatl, dios que representa a la luz, el conocimiento y la sabiduría, considerado como el dios de la fertilidad y la vida, le obsequio el árbol de cacao a los hombres, como una forma de recompensar el amor y la fidelidad que le entregó su esposa, al sacrificarse y no dar a conocer el lugar donde estaba escondido el tesoro de la ciudad.

Cuentan que al morir la chica, su sangre sirvió para fertilizar la tierra donde se había sembrado el árbol del cacao, el cual fue llamado cacahuaquahitl, en honor a ella. Según señalaban los ancestros, el sabor amargo del fruto era amargo, se debía al sufrimiento que había padecido la princesa.

La tribu de los Olmecas, molían las semillas de la fruta con agua, y elaboraban chocolate en forma de bebida. Con el transcurrir del tiempo, la tradición del cacao se fue pasando de generación en generación a otras poblaciones indígenas. Cuentan que incluso, la semilla del fruto llegó a utilizarse como unidad de medida y también monetaria, especialmente en los tiempos de guerra donde era empleado como el pago de los impuestos, en las zonas conquistadas.

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El cacao se fue convirtiendo así en un símbolo de abundancia, un elemento necesario dentro de los actos ceremoniales para rendirle tributo al dios Quetzalcóatl y a otras divinidades. De igual manera, llegó a ser llamado el oro moreno en los años de 1.519, cuando fue llevado por los conquistadores hasta la Corte de España.

Durante los tiempos de la colonización europea y sus flujos migratorios, las tradiciones vinculadas al cacao continuaron ampliándose, dándose a conocer sus grandes virtudes en todo el mundo, como un eficaz vigorizante.

Los cántaros con monedas de oro

Esta es una de las leyendas salvadoreñas que habla sobre las costumbres de los antepasados con respecto a la administración de sus dinero, donde era común que las personas guardan sus riquezas dentro de cántaros o botijas de barro, los cuales luego enterraban en la tierra en algún área de sus casas, en vez de gastarlo o depositarlo en los bancos.

Estos cántaros quedaban llenos monedas de plata y oro, pero, con el pasar de las generaciones, salían al descubierto. Se dice que todo aquel que descubre una de esas, más nunca la llegaba a gastar, tejiéndose sobre la personal un hecho que lo hacía morir en la miseria.

Cuentan los abuelos que durante su juventud, llegaron a ver muchas de estas botijas, pero conociendo de la leyenda que tienden sobre éstas, han preferido ignorarlas y seguir en su pobreza, antes de que el mal les arrebate el alma.

Dicen que el dinero contentivo en estos cántaros, son parte de una especie de pacto con el maligno y cuando no le cumplen, este se lleva el alma de la persona y luego volvía a enterrar el dinero en la botija, con la intención de hacer caer a otro ambicioso.

El cerro de la culebra

Una de las leyendas salvadoreñas que guarda un mito ancestral es la del Cerro de la culebra, un lugar místico donde los caciques renacen en forma de serpientes. Ubicado en el municipio de Anamorós, departamento La Unión, se dice que su nombre es de origen lenca (de la era mesoamericana), que significa “lugar de maizales”.

La leyenda reza que el cerro La Culebra surgió a raíz de la muerte de un cacique, que luego se convirtió en serpiente para acabar con el pueblo, pero sus planes fueron impedidos, siendo derrotado por un indio. Hace muchos años, esta región estaba poblada por indios de la tribu de Los Cedros, cuyo jefe, estaba siempre en constante desacuerdo con los miembros de la misma.

Un día, le comentó a uno de los indios de la tribu, que iba a destruir al pueblo vecino, por lo que a través de un conjuro, se convirtió en una serpiente muy grande y gruesa, escondiéndose entre grandes piedras, esperando el momento para atacar.

Aquel indio, prevenido de las malas intenciones, se colocó en los más alto del pueblo y comenzó a hacer un cerro de piedras hasta formar un tapesco (una hilera), colocando una piedra encima de la otra, hasta que la formación, tomó un gran tamaño. Luego se dispuso a buscar la posición de la serpiente embrujada.

La serpiente comenzó a desplazarse debajo del cerro emitiendo un sonido aterrador, pero, el indio que la estaba vigilando, tenía preparada una flecha envenenada, con la cual le dio disparó, logrando partirle el cuerpo en dos. La cabeza cayó dentro del río, formándose una poza muy profunda, que fue conocida luego como la “poza bruja”.

La cola, por otro lado, cayó en el río de Anamorós, formándose otra poza, a la cual denominaron como “poza la Medina”. En cuanto al cerro, se dice que luego de aquellos sucesos, tomó la forma de una serpiente, lo que dio origen a su nombre como el Cerro de la Culebra.

Comizahual

Comizahual, es otra más de las leyendas salvadoreñas que tiene origen nativo, específicamente proveniente de la tribu de los indios Lencas. Con este término de Comizahual, denominaban a una mujer blanca, con poderes mágicos de hechicería, conocida además de El Salvador, también en Honduras.

La historia data de los tiempos de la conquista, doscientos años antes, en la era hispánica, específicamente a comienzos del siglo XIV. Apareció una mujer que era más sabia que el resto de los indios de la tribu, por lo que la nombraron Comizahual, que significa “Tigre que vuela”, ya que el tigre es uno de los animales, más admirados por esta tribu.

Cuentan que llegó hasta Cealcoquín, una región cuyos pobladores adoraban a varios ídolos con caras de pumas. Era considerada por ellos como una heroína salvadora que se presentó ante ellos con una piedra de tamaño grande, al cual tenía tres puntas, y en cada una de las puntas, se podía observar la forma de unos rostros deformes.

Los aborígenes ancestrales decían que Comizahual había llegado hasta ellos, traída por el viento, y que era con la ayuda de su piedra mágica, que lograba vencer en las batallas. También era considerada como una semidiosa, que estableció dentro de aquella región, un inmenso señorío. Según la leyenda, Comizahual tuvo tres hijos, a pesar de las historias que se tejían a su alrededor, acerca de que no tenía ninguna pareja.

Dicen que cuando le llegó la vejez, quiso repartir sus Tierras y brindó algunas orientaciones entre los miembros de su tribu buenos, a manera de despedida. Cuentan que de pronto, entre Relámpagos y Truenos, se apreciaba en el firmamento la imagen de un hermoso pájaro volando. La mujer no volvió a ser vista luego de aquella vez, por lo que muchos pensaban que era ella aquel pájaro en el cielo.

Los aborígenes quedaron con la tradición de conmemorar sus fiestas, el mismo día de la mística aparición del pájaro en el cielo. De acuerdo a la tradición, Comizahual, hacía muchos hechizos y hasta había quienes le pedían por la salud. Se dice que los hijos de ella, luego de su desaparición, llegaron a gobernar la región, distinguiéndose por ser gente respetuosos de las costumbres, valientes y guerreros.

LEYENDAS SALVADOREÑAS

La cueva Hedionda de Suchitoto

La Cueva Hedionda, está situada dentro del municipio de Suchitoto en El Salvador, donde se pueden hacer caminatas, encontrando un refrescante río y una hermosa vegetación, elementos que en conjunto, forman parte de este curioso lugar.

Según cuentan los abuelos, esta cueva servía como una ruta de paso para los antepasados, quienes la atraviesan desde la región de Cuscatlán hasta Chalatenango, realizando negocios y otros  tipos de comercio. A pesar de esto, no se ha podido comprobar esas teorías, puesto que ahora nadie se acerca al sitio debido a los olores nauseabundos que salen de ella.

El olor que despide es similar al azufre, por lo que sumado a la gran oscuridad que tiene, aterran a cualquier valiente que se atreva a visitarla. Cuentan que el suelo de la cueva es áspero, muy húmedo y al igual que en otras cuevas de la región, dicen que sirve como refugio de fantasmas y otros espectros sobrenaturales, muy parecido a otras leyendas salvadoreñas.

La cueva del Indio Aquino

La historia detrás de La Cueva del Indio Aquino, tiene que ver con los hechos de la historia, en los tiempos de guerra, pues se dice que fue en ese lugar donde un Indio llamado Anastasio Mártir Aquino, tenía su cuartel o escondite, cuando se encontraba huyendo de la captura por las Fuerzas Armadas de la época, quienes lo buscaban para matarlo.

Esta cueva está muy cerca del Cantón Las Ánimas, y se tiene que caminar por los senderos, para poder llegar hasta el sitio, formando parte de las leyendas salvadoreñas.

El indio Aquino peleaba para lograr la libertad del pueblo indígena. Libraba varias luchas y batallas constantemente, para poder devolverle a su pueblo, las tierras que los blancos terratenientes les habían robado.

Chasca del Agua

Chasca del agua, también llamada «la Virgen del agua», es el nombre de un personaje en una de las leyendas salvadoreñas de corte ancestral y religioso. Cuenta la historia que en una región salvadoreña, habitaba un hombre muy rico, cuyo nombre era Pachacutec. Este tenía una hija llamada Chasca, quien estaba comprometida con un príncipe de una tribu zutuhil.

A pesar de esto, la joven estaba enamorada de un humilde pescador llamado Acayatl, con quien se encontraba a escondidas en la playa, y desde donde salían a navegar en una pequeña balsa propiedad del muchacho, donde le cantaba canciones de amor.

Pero la tragedia le llegó a la pareja, pues un día, al regresar de la pesca, Acayatl fue atacado con una flecha por parte de un asesino contratado por parte del padre de Chasca, Pachacutec. A poca distancia del lugar, la enamorada observó como aquella flecha le quitaba la vida a su amor, decidiendo también morir para estar juntos, amarrándose una piedra al cuerpo y luego se lanzó al mar.

Se dice que la siguiente noche de luna llena, los espíritus de Chasca y Acayatl, pasean en una canoa blanca por el mar. Los pescadores no salen cuando se pone la luna llena, para dejar solos a los enamorados, respetando con ello a la virgen del agua a cambio de bendiciones para sus pescas.

La giganta de Jocoro

Desde los años de 1908, comenzó a propagarse estas leyendas salvadoreñas originada por el hallazgo dentro de un cerro de huesos humanos que pertenecían a una persona que podría medir unos dos metros de altura. Inicialmente este cerro se llamaba San José, y luego del encuentro comenzaron a llamarlo cerro El Gigante.

De aquellos huesos que dieron pie a esta leyenda, no se conoció más nada, solo que habían sido llevado a otro país para examinarlos. Cuenta que el alcalde de aquella época, ordenó que se fabricará una figura de madera, la cual comenzaron por la cara y luego le hicieron el cuerpo, de una manera que al incorporar ambos elementos, pudiera girar simulando que bailaba.

Una vez que se conoció del hallazgo, los habitantes quedaron revolucionados, creándose así esta leyenda popular conocida como la “Giganta de Jocoro”. Desde entonces, los pobladores construyen estas muñecas altas de madera, que sacan a bailar en las calles de la comunidad, durante el mes de febrero.

Incluso, se instauró un festival en su honor, celebrado todos los 3 de Agosto. Con el paso de los años, se ha hecho natural que las “Gigantas de Jocoro”, bailén en todas las fiestas y desfiles que se llevan a cabo en municipios de todo el país. Los habitantes están a la espera de que se nombre patrimonio cultural del país.

Las lágrimas de Agüijuyo

Las aguas de las piscinas de Agüijuyo, traen a colación una triste y antigua historia, que data desde el tiempo de nuestros antepasados aborígenes. El nombre de este famoso balneario, se deriva de una de las leyendas salvadoreñas muy conocidas en la región de Atiquizaya.

Se dice que Agüijuyo, era el nombre de una hermosa princesa, que se enamoró de un príncipe llamado Zunca. Pero la envidia empañó aquel amor, cuando a oídos del príncipe, llegaron comentarios mal sanos referente a la princesa y éste la abandonó.

Invadida por el dolor del rechazo de su amado, Agüijuyo se encerró para siempre, y no volvió a hablar con nadie. Tiempo después el príncipe Zunca descubrió que todo había sido una confusión, y en cuenta de su error, decidió también encerrarse para siempre. Ambos murieron de tristeza y al mismo tiempo.

Cuentan que todos los que conocieron la triste historia, comenzaron a llorar por la princesa y el príncipe, y fueron tantas las lágrimas, que se formaron los nacimientos de agua de los cuales actualmente, se alimentan las piscinas de Agüijuyo, cuyos manantiales han tomado fama, gracias a sus aguas cristalinas y frescas.

leyendas salvadoreñas

El Llano del Muerto

Continúan las leyendas salvadoreñas con la historia de El Llano del muerto, cuyo nombre le fue puesto a raíz de un acontecimiento que ocurrió durante la época de la colonia, cuando los españoles llegaron a conquistar el territorio Americano, llevando a cabo una gran matanza. En medio de los hechos, dejaron un muerto al que nunca nadie reclamó, ni recogieron, quedando tendido en el llano.

Las extensiones de terrenos que contemplan el Llano del muerto, es habitado por una amplia variedad de animales entre los cuales hay coyotes, venados, ardillas, reptiles, venados, y hasta pumas posiblemente. Estas tierras sirvieron como escenarios principales para la guerra de la década de los 80, la cual tuvo una duración de 12 años, finalizando en 1992, con la firma y los acuerdos de paz.

El Llano del muerto es un lugar de riquezas naturales abundantes, bosques frondosos, ríos caudalosos y altas montañas, donde se pueden desarrollar diversas actividades al aire libre como caminatas, paseos en bicicleta, acampar, y hasta nadar en pozos de agua cristalina. Cuenta con una cascada de agua turquesa, en una extensión de seis mil hectáreas aproximadamente.

El maíz rojo

Esta es una hermosa historia que ocurrió mucho antes de que los conquistadores españoles llegaran a América. Las tierras no tenían dueños, y todos podían trabajarlas libremente con sus manos y sin problemas. Todo era armonioso y pacífico, tal cual cómo vivían los ancestros.

Por aquellos años, todo era felicidad, tenían abundantes lluvias que fertilizaban la tierra, en compañía de una hermosa luna que se reflejaba en los ríos, haciendo parecer las aguas como de plata, en la víspera de una buena cosecha. Fue entonces cuando los indígenas, luego de haber arado las tierras, se dispusieron a sembrar maíz blanco.

Esperaban pacientemente a que del suelo brotasen las primeras germinaciones, regando los campos con agua de lluvia, y alimentándose de la luz del sol, con el resplandor mágico de la luna, que los hacía crecer de manera vigorosa en los campos de cultivo.

Cuentan que entre los antepasados indígenas, se lograba diferenciar a una bella morena, buena y sencilla, una con una gran pureza e ingenuidad, quien observaba a los indígenas mientras labraban los campos. Se trataba de la diosa indígena llamada Sucuxi, la cual, al ver la alegría con la que los indios trabajaban la tierra, quiso ayudarles a mejor la cosecha.

Fue así entonces que se dirigió hasta los sembradíos de maíz, viendo que ya las mazorcas comenzaban a salir, y que el tamaño de sus tallos, era superior al promedio de los indígenas. Sucuxi le fue dando una mayor fuerza a los cultivos, mejorando la cosecha, ya que al pasar por un lado de ellas, las plantas de maíz la reconocieron y se alegraron tanto que hasta el viento produjo un sonido de felicidad.

Sin embargo, como todos los sembradíos, contaba con hierbas malas hierbas y muy tupida. Sucuxi continuaba su recorrido por los campos, sin poner atención en donde pisaban sus delicados pies. En una de estas hierbas malas y tupidas, se escondía una trampa de espinas, que la diosa sin percatarse piso, hiriéndose los pies y comenzando a salir gotas de sangre tibias y rojas.

Se dice que la diosa sintió un fuerte dolor y alzó vuelo hacia la cima de una loma donde estaba su cabaña, pero en su vuelo, iba dejando rastros de sangre, los cuales cayeron sobre los sembradíos de mazorca de maíz. Cuentan que aquella mazorca se llenó con la sangre de la noble joven, y el pálido color blanco cambio de inmediato a un tono rojizo, el rojo de la sangre de la diosa.

Con el transcurrir de los días, llegó el tiempo cosechar la siembra y los indígenas se llevaron la mayor de las sorpresas, al ver aquellas mazorcas de maíz, de un color rojo, como la sangre de Sucuxi. Desde ese entonces, en los campos existe la presencia del maíz rojo, un regalo que dejó la diosa Sucuxi.

La mujer coyota

La siguiente historia de las leyendas salvadoreñas tiene como protagonista a una mujer, habitante del pequeño poblado de Morazán, que existió a principios del siglo 20. En algunos relato la describen como la empleada de servicio de un gran señor y en otras historias, resaltan que era una humilde madre soltera con muchas necesidades económicas.

Lo cierto es que en todas las historia se concuerda con el aspecto de que aquella mujer practicaba rituales de brujería, mediante los cuales se transformaba durante las noches, en animales para salir a buscarle alimento a sus hijos. Cuentan que se metía a las granjas a robarse las gallinas primeramente, y otros alimentos que estaba en los sembradíos, para poder llevarlos a su familia.

Esto lo hacía casi todas las noches, razón por la cual durante el día, se la pasaba muy cansada, ya que estos hechizos de transformaciones, exigen de bastante energía vital. El animal en el que se convertía aquella mujer era un coyote, por lo que comenzó a darse a conocer como la mujer coyota.

Los vecinos ya estaban alertados con respecto a los robos de las noches, más sin embargo, nunca habían logrado atraparla, mucho menos descubrir cuál era su identidad. Aunque muchos tenían sospechas, nunca tuvieron la oportunidad de confirmarlas, ya que la mujer coyota era muy astuta.

Pero, aunque robaba para alimentar a sus hijos, eso no justificaba que lo que hacía, pues robar estaba mal, y todos los trucos ligados a la hechicería y brujería, se pagan muy caros, especialmente cuando involucras a las fuerzas oscuras, pues no sales bien librado.

Se dice que en medio del ritual donde las personas se convierten en animales, deben dejar su alma dentro de un huacal, que a su vez, se transforma en un líquido espeso. Para que la persona recupere nuevamente su forma humana, deberá el animal en que se transformó beber dicho líquido. Por lo general, ese huacal debe permanecer en un lugar seguro, pues contiene lo más preciado que es el alma.

En su afán por atrapar a la mujer coyota, los vecinos hacían rondas de vigilancia por los lugares donde esta criatura solía cometer sus robos de manera frecuente. Durante una de esas expediciones grupales, uno de los vecinos se encontró el huacal lleno del líquido espeso, y desconociendo de lo que se trataba, le dio una patada al huacal, derramándose todo el líquido contentivo dentro, es decir, el alma de la mujer.

Cuando la mujer coyota se dirigió a buscar el huacal con su alma, no pudo encontrarlo donde lo había dejado, empezando a aullar fuertemente por la desesperación, buscándolo por todos lados para poder volver a su forma humana, pero sus esfuerzos fueron en vano. Al escuchar los fuertes aullidos, los vecinos emprendieron la cacería armados para tratar de atraparla, por lo que esta huyó en dirección a los montes de Morazán.

Por un descuido había sentenciado su futuro y se quedaría de manera, como la mujer coyota, para siempre, atrapada en su forma de animal por toda la eternidad o hasta que las almas de los ladrones y pecadores sean juzgadas por Dios. Hay quienes dicen que los viajeros cuando dejan sus casas y bienes solos por mucho tiempo, le piden a la mujer coyota que les cuide sus pertenencias y sus animales.

La mujer del volcán de San Vicente

Cuentan las leyendas salvadoreñas asociadas a la existencia de este volcán, que en los tiempos remotos, específicamente en la región donde se encuentra el volcán Chinchontepec, vivía una hermosa mujer, con una belleza de verdad sorprendente y sin igual, llamando inevitablemente la atención de muchos hombres que la pretendían.

Pasaban largo tiempo admirando su gran belleza, por lo que querían enamorarla, casarse con ella y formar una familia con hijos. Sin embargo, aquella mujer no quería ser conquistaba por ningún hombre, huyendo de la presencia de alguno, sin razón aparente.

Dicen que uno de esos días en que se encontraba huyendo de la mirada de los hombres enamorados, la mujer se subió a la cima de un volcán y en un instante que se encontraba muy cerca de la boca del mismo.

De pronto, se apareció un joven delante de ella, quien con solo mirarla dejó al descubierto su intención de agarrarla, pero ella intentó escurrirse, cayendo sin remedio dentro de aquel ardiente volcán. En esos momentos, el volcán estaba en plena erupción, transformándose la forma original del volcán, tomando la imagen de una mujer como acostada, pasando a originarse la leyenda de la mujer volcán.

Nabá o la leyenda del bálsamo

Dentro de las leyendas salvadoreñas, se narra la historia de un amor prohibido por las culturas, entre una hermosa princesa llamada Nabá y un valiente príncipe llamado Hoitzi, quien era de origen maya-quiché, los enemigos a muerte del jefe Atlacatl, quien era el padre de la princesa Nabá.

Debido a la negación rotunda por parte de Atlacatl a que los enamorados estuviesen juntos, el príncipe Hoitzi intentaría entonces robarse a su amada para poder estar juntos y lejos de las prohibiciones de su padre. Sin embargo, el destino le tendería una mala pasada.

Cuentan que una noche tenebrosa del mes de mayo, los caudales de los ríos se desbordaban y las costas repetían en clamor del océano. Esa noche seria cuando el príncipe Hoitzi, intentaría llevar a cabo su hazaña, pero creyendo que sorprendería al astuto Atlacatl, en cambio cayó él en una terrible emboscada.

El ejército que acompañaba al príncipe quedó dispersado y tendido en el campo de batalla, algunos muertos y otros gravemente heridos, entre los cuales se encontraba el propio príncipe Hoitzi, a quien sus guerreros habían abandonado. Dicen que la princesa Nabá sospechaba la suerte que había corrido su amado, por lo que aprovechó que su padre junto con otros celebraban la victoria, para escaparse.

leyendas salvadoreñas

Acompañada de seis de sus mejores servidoras, emprendió la búsqueda de su enamorado en medio de la noche tenebrosa, hasta que logró dar con el lugar del siniestro, donde efectivamente el príncipe se encontraba. Durante toda la noche, las servidoras se dedicaron a curar y vendar las heridas de los guerreros heridos en el combate por órdenes de la princesa Nabá.

Al amanecer, Atlacatl fue avisado por parte de uno de sus espías, de lo que estaba ocurriendo,  presentándose en el lugar, y al ver a su hija con la desfallecida cabeza del príncipe Hoitzi entre sus piernas, la miró iracundo y atónito.

Esta actitud de su hija la consideró una gran ofensa hacia él como Rey, por lo que tomó el arco y la flecha de uno de sus guerreros, y le disparó a su propia hija, traspasando con ella el cuerpo de la princesa. También les dieron muerte a las acompañantes de la princesa sepultando a todas en aquel sitio donde tuvo lugar la espeluznante escena.

Cuentan que con el paso de los años, en aquel lugar misterioso, crecieron siete hermosos y místicos árboles, que exhalaban un aroma penetrante y de los cuales emanaba un líquido oscuro que servía para curar las heridas. Aquellos árboles fueron nombrados como los bálsamos y también se les llama Nabá, como la princesa de la historia.

De igual manera, aquel lugar de la costa del Pacífico, pasó a ser conocida como la Costa del bálsamo, donde florece y va creciendo el árbol sagrado del Nabá, un arbusto de madera muy fuerte, cuyo dicho señala que se deja herir, para curar a sus enemigos.

El peñón de Cayaguanca 

El mito sobre el peñón de Cayaguanca o también conocida como la leyenda de la peña, tuvo como escenario una población indígena situada en las adyacencias de la roca. Esta población estaba comandada por un cacique de temperamento muy fuerte, quien tenía una hija muy hermosa, la cual era deseada por mucho de los indios de la tribu, incluyendo al guerrero llamado Cayaguanca.

Este guerrero no contaba con la aceptación del cacique para ser el esposo de su hija, porque no poseía riquezas, más sin embargo, aún así, había logrado conquistar el corazón de la princesa. Debido a la desaprobación del cacique, los jóvenes enamorados se reunían a escondidas. Pero un día, el padre de la joven se enteró de los amoríos, ordenando capturar a Cayaguanca, para luego amarrarlo a la punta de una peña, dejándolo abandonado a su suerte, pasando frío y hambre.

Cuentan que fue tanto el llanto de dolor y tristeza de aquel noble guerrero, que sus lágrimas  terminaron por inundar a toda la población. Poco a poco se fueron solidificando sobre las rocas que terminaron cubriéndolo por completo, pasando a ser lo que hoy en día se conoce como el Peñón de Cayaguanca.

La piedra de la Conquista

La leyendas salvadoreñas referida a la piedra de la conquista, se enmarca dentro de los tiempos de la colonia, cuando se suscitó una de las batallas campantes, la cual tuvo lugar  en las adyacencias a la comunidad Izalco en Sonsonate, El Salvador.

El encuentro se produjo entre españoles e izalqueños, en la quebrada de la Barranca de los Olotes. Dicho combate fue tan cruel, que el mismo sol se oscureció debido la gran cantidad de flechas que se lanzaban entre los colonizadores y los fuertes guerreros.

Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, los pobres indígenas resultaron vencidos en la dura batalla, en vista de que el armamento con que contaba el ejército español era superior. Cuentan que ese día de la sangrienta batalla, hacía mucho calor, y uno de los soldados españoles se recostó a una piedra para descansar, apoyando en ella su pie.

De acuerdo a la tradición e historia, era tanto el calor, que la piedra se había “ablandado”, y los pies de aquel soldado español quedaron grabados en ella, dejando para siempre su marca, la huella del invasor, pasando a ser esta piedra conocida como la piedra de la conquista. Otras mas historia de nuestros antepasados las hay en Leyendas de Bolivia

La piedra Tecuantet

Hay un lugar conocido como el Teshical en El Salvador, donde tiene origen esta leyenda salvadoreña que trata sobre la existencia de hay una piedra con una llamativa forma cuadrada y de data muy antigua, llamada “Tecuantet”, que significa “que come”. Este nombre se lo colocaron los lugareños, en vista de que dicen que la mística piedra se come a la gente.

Según reza la leyenda, existe una manera de calmar la ira de esta piedra y es colocando encima hermosas flores, a cambio de que la misma agradezca otorgándole a la persona, su gracia y benevolencia. Los aborígenes de la época, indicaban que dentro de la piedra se podían escuchar las voces de las personas que ya se había comido la piedra, asegurando que la piedra tiene vida.

En los pueblos adyacentes, habían desaparecido muchos niños, corriéndose la voz de que se los había tragado la piedra. Cansados de tantas denuncias, las autoridades intentaron quitar la piedra para acabar con los rumores sobre la misma, pero los lugareños se opusieron puesto que indicaban que la piedra podría castigarlos como venganza.

Unas dos veces por semana, los pobladores de todo el pueblo se van al altar a colocarle las flores a la piedra, renovando con ello la tradición, pero, pobre aquel osado que intente tocarla o profanar la “Piedra Tecuantét”, pues acarreará con las consecuencias. Además de esto, se dice que los indígenas, le rinden cultos de adoración a la piedra, especialmente durante los días más transitados de la zona que eran los lunes y los jueves.

También realizan danzas alrededor de la piedra, alzando sus lanzas de madera u otras herramientas como machetes y palos, exclamando cánticos y estremecedores griteríos, los cuales son ya tradicionales en las batallas entre razas. Dicha danza la realizan al pie de la colina, a donde van llegando inicialmente con los brazos extendidos y elevando una oración para ahuyentar a los malos espíritus que puedan manifestar en el lugar.

Al momento de colocar las flores, los grupos declaman una oración especial en su lengua nativa, que según la traducción dice textualmente: “Te traemos estas flores para que minimices tu cólera cada vez que transitemos por aquí. No me espantes santa piedra, que ahora ya me voy aquí, mientras que tú te quedas con Dios”.

El alma de los testigos de aquel fabuloso y especial ritual se enciende y estremece ante la presencia de la manifestación de una doble herencia, dos sentimientos encontrados, el que rechaza y el que acoge, fusionando el carácter indígena y lo hispano que hay en cada uno de nosotros.

Para el pueblo indígena, la “Piedra Tecuantét”, representa la manifestación de sus ancestros, que palpitan a través de esta superstición indígena, donde una piedra que está viva, amenaza a toda una población, rodeada de misterios y acechando a los transeúntes, porque cuando abre la boca, es para tragarse a cualquiera que pase, especialmente los niños.

Dicen que la piedra se emborracha con la sangre de sus víctimas, oyendose claramente los gritos de las personas que quedan atrapadas, mientras son devoradas. Los indios peregrinos, se les ve subir hasta la cima del cerro, con los brazos llenos de flores amarillas, que según la leyenda, son las que apaciguan la ira de la piedra.

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La Piedraviva de Nahuizalco

La leyenda enmarcada en torno a la historia de la Piedraviva de Nahuizalco, tiene que ver con la existencia de una princesa maya cuya alma dicen que habita dentro de esta misteriosa piedra y por eso se mueve de un lado a otro.

Cuentan que no hay información verídica de cuándo apareció por la zona, en el Cantón La Guacamaya, población de Nahuizalco en El Salvador, específicamente en la calle llamada Teokuikatl, que en la lengua nativa significa cantos y alabanzas.

La descripción de esta particular calle, es más bien la de un pasillo natural, conformado por escalones de piedras que hacen recordar la forma de las pirámides mayas. Por muchos años esta mística piedra permaneció en ese lugar, cuya forma parecía un balcón natural, donde según la tradición, habrían enterrado a la hija del indio Atonal, llamada Atlakaki, que significa “indomable”.

Cuentan que esta princesa habría sido sepultada viva, con un bejuco de tule atada a su cuerpo a manera de castigo por haber intentado envenenar a un poderoso soldado español, que durante los tiempos de la conquista, la había hecho su esclava, queriendo además abusar de ella en varias oportunidades debido a que era muy bella.

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A pesar de esto, la princesa india era valiente y siempre se le enfrentaba dejándole ver que ella no quería tener ningún tipo de relación con él y mucho menos servirle como su esclava. Se dice que el invasor le puso una condición para poder dejarla libre, siendo la misma que cocinara algo delicioso y especial para él.

La princesa aprovechó para envenenar la comida, pero el astuto español, intuyó que algo raro estaba pasando y les dio la comida a unos esclavos que cayeron de inmediato al suelo, con un gran dolor y hasta echando espuma por la boca, descubriendo con ello la trampa. Al descubrirla, el español le propinó unos azotes a la princesa, pero ella era tan fuerte que resistía los maltratos.

Es por ello que entonces, tomó el español la decisión atarla y luego le colocó una gran piedra encima de su cuerpo. Aún así, continuaba viva, lanzando una promesa al universo diciendo que iba a vivir por siempre en el interior de la roca.

Dentro de otras narraciones, se tiene que esta piedra, representa la fundación del poblado de Nahuizalco, que significa “los cuatro Izalcos”, como homenaje a las cuatro familias más poderosas que existieron en Izalco. La piedra sirvió como punto central para delimitar el territorio y dividir el área en cuatro regiones.

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La poza del Bululú

Las leyendas salvadoreñas de la poza del Bululú y la poza azul, son muy similares en el contenido de su historia. La poza del Bululú  tuvo lugar en la región de Sonsonate en El Salvador, específicamente en uno de sus ríos llamado Sensunapán.

Esta antigua leyenda local ha sido pasada de generación en generación, describiendo el paisaje que enmarca un hermoso río donde se encuentra la poza, a la que se bautizó con el nombre de la poza del Bululú, un lugar de mucho encanto.

Según reza la leyenda, en el fondo de las fabulosas aguas de este pozo, hay un cobre bañado en oro, contentivo de muchas piedras preciosas, sumado a monedas de plata. Cuenta la historia que este tesoro le perteneció a una princesa aborigen que existió ya hace unos cuantos años.

El relato señala que esta hermosa princesa, se paseaba de vez en cuando por las adyacencias del río, dando con la ubicación de la poza del Bululú, y al verla, quedó impresionada con lo bella que era esa piscina natural, por lo que decidió bañarse en ella.

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Como no sabía nadar, la princesa tomó la precaución de bañarse en la parte llana, es decir, no tan honda de la piscina. Sin embargo, al pisar una de las piedras de los alrededores, la joven resbaló y cayó al río, muriendo ahogada. Se dice entonces que todos los elementos que portaba la princesa para ese momento, se quedaron en lo profundo de la poza del Bululú.

Al lugar han asistido muchos curiosos, en búsqueda de aquellos tesoros que guarda el fondo del pozo, sin tener ningún resultado positivo. Se dice que cuando alguna persona está cerca de encontrarlo o lo ve en el fondo de la poza, al ir tras su rastro, este desaparece como por arte de magia, para luego aparecer en otra zona de la poza.

Hay quienes dicen que personas que han logrado tocar el tesoro escondido, luego se van hundiendo más y más en la poza, que terminan por ahogarse. Sobre ese tema se teje un dicho donde se señala que los que solo se quedan admirando el tesoro pero no buscan apoderarse de él, al regresar a sus hogares, tendrán una buena noticia.

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El príncipe Atonal o “Sol de agua”

La siguiente de las leyendas salvadoreñas trata sobre la historia del príncipe Atonal, cuyo nombre significa «Sol de Agua». Se dice que en los tiempos de la conquista española, fungió como un gran héroe, destacándose como un valiente defensor del territorio al enfrentar a los conquistadores, realizando audaces hazañas.

En la antigüedad, cada provincia de la región contaba con jefes caciques, que eran los líderes locales. En el caso del príncipe Atonal, era el encargado de la zona de Izalco.  Este príncipe se distinguía por ser un gran guerrero, que tuvo que enfrentar a las tropas invasoras españolas, pero además, a los indios rebeldes, que se habían aliado con el bando enemigo, siendo traidores y desleales con su propia gente.

Los tiempos de estas leyendas salvadoreñas, fueron las luchas ocurridas en los años de 1524, cuando mediante una reunión de varios líderes, el príncipe Atonal tomó el uso de la palabra, para exclamar con gran orgullo, su intención de dar la vida de ser necesario en el campo de batalla, y liberar a su gente del yugo y la dominación española.

Aquellas palabras mediante las cuales Atonal sellaba su compromiso, sirvieron de gran estímulo para despertar el espíritu de lucha por la libertad y protección, ante un enemigo desconocido que llegaba a invadir sus tierras con la mezquina intención de arrebatarles todo lo que poseían.

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Luego de esto, el príncipe Atonal se dispuso a prepararse para la batalla, trazando la estrategia a seguir y escogiendo el lugar donde se llevaría a cabo el encuentro. Escogió a unos 3 mil hombres para pelear en la población de Acaxual, y 3 mil más que se enfrentarían a los españoles en Tacuzcalco, escenario donde se libraría la última batalla.

Los guerreros indígenas contaban con gran agilidad y capacidad para el rastreo, por lo que Atonal designó a algunos hombres como espías, ubicados estratégicamente en los caminos y las veredas de la región costera, específicamente por las adyacencias del Río Paz, hasta lo que hoy se conoce como la población de Caluco.

Atonal dispersó su ejército regados en instalaciones de pequeñas unidades de combate, que en aquellos años se les conocía con el nombre de Calpulli, cada una compuesta por una docena de hombres, pero que se distinguían por ser de los  mejores guerreros.

De acuerdo con los libros de historia de El Salvador y a las leyendas salvadoreñas, quien comandaba las tropas españolas para esa batalla, era un hombre llamado Pedro de Alvarado. Como un zorro viejo y muy astuto, se sintió desconfiado de la situación, y prefirió seguir sus instintos y corazonada, pasándose de largo la llanura donde era esperado por parte del ejército del príncipe Atonal.

Sin embargo, creyendo haberse librado del peligro, Pedro de Alvarado se encuentra con una enorme zona pantanosa, que lo hace dar marcha atrás y no puede evitar que se dé la confrontación. Los guerreros al mando de Atonal logran rodear la expedición española, y el comandante español da la orden de atacar, diciendo fuertemente “Viva España, disparen y eliminen a todos los indios”.

Fue así entonces que se dio inicio a la gran batalla entre los conquistadores y los indios guerreros. El príncipe Atonal se puso a la cabeza de la lucha en la batalla, mostrando sus dotes como un imponente guerrero. Llevaba consigo una afilada lanza en una de sus manos, que le servía como un arma eficaz para matar a sus enemigos a cada paso que daba.

Cuenta las leyendas salvadoreñas que en la otra mano, llevaba un mazo forjado del tronco de un maquilishuat, con el que lanzaba certeros golpes a sus enemigos, dejándolos tirados en el campo de batalla. El comandante de las tropas enemigas, Pedro de Alvarado, se veía montando un hermoso caballo, abriéndose paso en la lucha campal.

Sin duda alguna, el objetivo de Atonal es enfrentar a Pedro de Alvarado, en un encuentro de líder a líder, por lo que empuña su lanza contra él logrando atravesarle una de las piernas. Gracias a la fuerza que llevaba la dirección de la lanza, logró también darle muerte al caballo del invasor, haciendo que este cayera estrepitosamente al suelo.

Como lo relatan las leyendas salvadoreñas, aquella lanza del príncipe Atonal, le atravesó el muslo a Pedro de Alvarado, dejándolo cojo para toda la vida. El grupo sobreviviente de esta batalla, tomó rumbo hacia la región de Tacuzcalco, donde se reunieron con el resto de los hombres al servicio de Atonal, mientras que este organizó a sus guerreros, advirtiéndoles que los invasores estaban por llegar y debían enfrentarlos.

En su camino hacia Tacuzcalco, el ejército español decide acampar para poder atender la herida de su líder, sin contar que en Tacuzcalco, los estaban esperando, más de cinco mil hombres a las órdenes de Atonal, dispuestos a matarlos. Es así como entonces, la tropa invasora, retoma su camino y luego de cinco días de acampar, se libra la batalla más sangrienta ocurrida en Acaxual.

El encuentro ya se hacía inevitable, y a pesar de que el ejército de Atonal superaba en número a las tropas invasoras, estos tenían la ventaja de poseer mejores armas, incluyendo las de fuego. Los colonos contaron además con la ayuda de los indios Tlaxtecas, un grupo de rebeldes que pelearon junto al bando enemigo.

La batalla fue dura y al ver la inevitable destrucción de su pueblo, el príncipe Atonal decide huir hacia las montañas, en compañía de algunos de sus hombres que sobrevivieron al encuentro. El comandante español se percata de la fuga y les da la orden a dos hombres de confianza para que persigan a Atonal, lo atrapen y lo maten, porque necesitaba vengarse por haberlo dejado cojo.

Atonal se escondió junto a sus hombres detrás de unas rocas grandes, pero viendo que estaba eminentemente derrotado por el enemigo, recordó la promesa que hizo antes de iniciar la guerra: «Mi vida por nuestra gente». Así entonces decidió salir de su escondite y lanzando un feroz grito de guerra, se enfrentó al enemigo, acompañado por sus fieles guerreros.

Con una lanza en la mano, y un mazo de madera en la otra, se lanzó sobre el enemigo, sin percatarse que otro soldado en una mejor posición, lo tenía apuntado con su mosquete, disparándole al príncipe Atonal, cayendo al suelo herido de muerte, como se explica en las leyendas salvadoreñas.

Finalizada la batalla, el cuerpo del príncipe Atonal fue llevado por su pueblo hacia Caluco, donde una vez que llegaron allí, según la tradición, el alma del guerrero fue levantada por varias águilas que aparecieron de repente en el horizonte, para llevarla hasta el cielo de los dioses, donde está ahora al lado del poderoso dios Quetzalcoatl, y donde permanecerá por toda la eternidad. Así fue también que el glorioso príncipe cumplió su promesa de dar su vida por su pueblo.

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La sirena de la Laguna de Alegría

La laguna de Alegría, es un sitio mágico donde supuestamente existe una sirena, que habita en lo más profundo de las aguas. Cuenta su leyenda, que con su belleza, logra atraer a los hombres, especialmente que sean jóvenes y bien parecidos.

Dicen que tan solo con que se bañen en la laguna, la misteriosa sirena queda perdidamente enamorada de ellos, atrapándolos y llevándolos hasta el fondo de las aguas donde ella vive. Luego de unos días, lo devuelve a la superficie, pero ya sin vida.

La historia que está detrás de esta sirena se ubica en el siglo XII, en un pueblo de origen Lenca, que tras los hechos de la guerra de la conquista, fue invadido por una tribu llamada Los Tecolucas – nonualcos. Cuentan que en esa región vivía para la época, una joven muy hermosa junto a sus padres y también sus hermanos.

La muchacha se llamaba Xiri, que en la lengua nativa significa Estrella. Se dice que acompañando al grupo de los invasores, se encontraba un brujo, que al ver a la jovencita, se enamoró de ella perdidamente, pero esta no le correspondía.

leyendas salvadoreñas

En los días siguientes, tanto los padres como los hermanos de la joven murieron en la lucha contra los colonizadores, en medio de un ataque natural que ocurría con la amenazante erupción de un volcán que se encontraba muy cerca de la zona, como lo dicen las leyendas salvadoreñas.

El hechicero fingió que había visto el futuro, señalando que la furia del volcán solo sería aplacada con un sacrificio humano. La fuerza del implacable volcán amenazaba con destruir la población, por lo que Xiri se ofreció a ser ella el sacrificio y ser lanzada a la lava ardiente, para intentar contener la furia del volcán.

El escenario estaba preparado para llevar a cabo el sacrificio de la noble doncella, quien tenía un pájaro guardabarranco como mascota. Dicen que cuando el ave se dio cuenta que su ama iba a ser lanzada al volcán, comenzó a entonar una melodía tan especial, que calmó la furia del volcán hasta detener su derrame de lava.

Cuentan los lugareños que el volcán comenzó a apagarse lentamente y desde sus piedras comenzó a salir un humo. Empezó a llorar tanto, que sus lágrimas crearon una especie de río, que ahora es lo que se conoce como Laguna de Alegría. Y de ahí también se deriva el mito de la sirena, que desaparece a todos los jóvenes que se bañan en la mística laguna.

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El Tangaloa

Dentro de esta leyendas salvadoreñas, se cuenta la vida de un pequeño niño, que tenía grandes poderes sobrenaturales, pero su aspecto físico, iba en contradicción, ya que presentaba malformaciones físicas e impedimentos motores.

Cuando llegó el momento de su muerte, le pidió un deseo a la luna, que lo transformara en un guardián del agua, para poder proteger las aguas de los ríos, lagos y mares, mantener normal su oleaje, además de también proteger a todas las criaturas marinas que habitaban en ellos, dando origen a la leyendas salvadoreñas de El Tangaloa.

La misma ocurrió mucho antes que llegara la invasión española al territorio americano, teniendo lugar en la región conocida con el nombre de Tangolona, y dentro de una hacienda con el mismo nombre. La zona se hizo popular ya que aquel niño con sus poderes, hacia constantes milagros. También, muchos lugareños lo visitaban para que les diera orientaciones y consejos, en vista de que tenía una gran sabiduría.

A pesar de contar con esas virtudes, tenía una malformación física en sus piernas, razón por la cual, sus familiares no le permitían estar con otros niños de la región. Poco a poco, el niño fue enfermandose aún más, hasta que su muerte se hacía inevitable. Al saber que iba a morir, pidió hablar con la luna utilizando sus poderes mágicos y en medio de la conversación, le pidió un último deseo antes de morir.

El pequeño niño, siempre había querido conocer el mar, pero debido a su discapacidad física, nunca había podido hacerlo, por lo que le pidió a la bella luna que se lo permitiera. La luna le concedió la petición y al entrar a las aguas del mar, el niño se convirtió en un pulpo. Entonces el niño se convirtió en el guardián del mar.

Dicen que Tangaloa además de fungir como guardián del mar, también es el ayudante de Ti Tanawass, el dios de las aguas del océano y los manglares. Su tarea es mantener a los pescadores a salvo, además de brindarle protección a las criaturas del mar.

Los tesoros de la isla de Meanguera

Las leyendas salvadoreñas referidas a los tesoros de la isla de Meanguera, comienzan indicando la ubicación de dicha isla, situada en La Unión  dentro del país americano. Cuentan que esta isla había sido habitada desde tiempos remotos, teniendo como primeros pobladores a los miembros de las tribus de los lencas.

Los registros de su descubrimiento data de los años de 1522, mediante la realización de una expedición donde se le otorgó en un primer momento el nombre de Petronila, como una manera de rendirle tributo a una sobrina del Fray Juan Rodrigo de Fonseca, quien para ese entonces, era el Presidente del Consejo de Indias y Obispo de Burgos.

Según reza esta historia perteneciente a las leyendas salvadoreñas, un bandido de origen inglés llamado Francis Drake, habría enterrado una gran parte de sus tesoros robados, dentro de la isla de Meanguera, mientras que otra parte, la escondió en la punta chiquirín, actualmente conocida como el cantón de agua escondida, a unos 8 kilómetros de distancia de La Unión.

Siglos después, en los años de 1782, los piratas ingleses quemaron y destruyeron las comunidades de Meanguera, que se encontraban en la isla con el mismo nombre, provocando saqueos y originando que el gobierno español, prohibiera que estas islas fuesen pobladas, ya que se hacía muy difícil defenderlas del ataque de los filibusteros.

Hasta ahora, los tesoros enterrados por Sir Francis Drake, siguen enterrados en la isla de Meanguera, sin que nadie haya corrido con la suerte de encontrarlos, convirtiéndose esto en un atractivo turístico con el paso del tiempo. Sin embargo, hay quienes dicen que la isla posee riquezas naturales mucho más valiosas que el famoso tesoro pirata.

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Titilcíhuat, la mujer de fuego

Esta leyendas salvadoreñas es de las que cuenta amoríos prohibidos, que llevan a la venganza. La historia era contada por el antiguo pueblo indígena de la tribu mazahuas, quienes llamaron a este mito, la leyenda de Titilcíhuat, o como significa en su lengua nativa “la mujer de fuego”.

De esta mujer, estaba enamorado perdidamente un príncipe de la tribu de los nonualco, quien al saber que su amor estaba prohibido por sus familias, se propuso raptarla, contando para ello con la ayuda de su princesa mazahuat, amparados en el gran amor que ambos sentían. Sin embargo, esto desató la ocurrencia de una larga y sangrienta guerra entre los miembros de la tribu mazahuas y los nonualcos, resultado vencedores los primeros.

En medio de los hechos, el padre de la princesa Titilcíhuat, dio con el lugar donde estaban resguardados los enamorados, pero antes de ser capturados, extrañamente se hundieron en la tierra, formándose el nacimiento del río Tilapa. De acuerdo a la leyenda, también fueron creados los dioses el nopal o tuna, a partir de los huesos, carne y sangre de los mártires enamorados.

Leyendas de Terror

Llena de entidades malignas, fantasmales y misteriosas, está la cultura del pueblo salvadoreño en sus historias y leyendas, a continuación algunas de sus narraciones más escalofriantes.

El Cadejo 

El Cadejo, es de las leyendas salvadoreñas cuya historia trata de un perro sombrío, de cuyas características destacan su gran tamaño y ojos relucientes. Se dice que arrastra unas cadenas cuando se pasea en las noches solitarias, ya sea para cuidar o atormentar a los bebedores o trasnochados.

Esta leyenda cuenta con varias versiones en distintos países de Centroamérica, a pesar de que todas coinciden en la descripción de dos cadejos, uno de color blanco y otro de color negro, a través de los cuales se intenta representar la lucha entre el bien y el mal.

Esta leyenda sirve de argumento a la creencia antigua donde se señala que todo hombre cuenta con la compañía de un animal, el perro, una especie de ángel guardián que lo protege de los peligros nocturnos. De igual manera, se dice que puede tratarse de un personaje cuyo rol, es un espectro bienhechor guardián de los caminos.

En la versión de los dos cadejos; el blanco defiende al hombre y los protege contra los malos espíritus encarnados que se manifiestan en el cadejo negro, animal que a su vez, simboliza la muerte. A pesar de que el origen de ambos perros es desconocido, la creencia popular indica que los perros fueron creados por Dios y Satanás para cumplir con varios mandatos.

Dios por su parte, creó la figura de una criatura que atemoriza al humano pero que al mismo tiempo le brindará protección, luego de conocer todos los males que aquejaban al pueblo. Esto provocó la ira del demonio, quien en respuesta a esta acción de Dios, creó una copia idéntica de la criatura, pero de color negro, cuya reacción es de pavor para quien lo observa.

Es por ello entonces que existe dos criaturas caninas, uno blanco que representa la bondad y cuida a quien lo necesite, y el otro negro, que por el contrario, atacará a quien lo perturbe.

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La casa embrujada de Santa Ana

En El Salvador, existen muchas leyendas salvadoreñas que hablan sobre casas abandonadas, las cuales, son contadas las personas que se atreven a entrar a una de ellas, pues dicen que están poseídas por espíritus sobrenaturales. Una de estas historias es la ocurrida en la Casa embrujada de Santa Ana, una casona muy arcaica y enorme, ubicada en toda una esquina de la calle.

Cuentan que en ese lugar, se puede sentir la presencia, y hasta observables, de varios fantasmas. La vivienda cuenta con una nutrida gama de leyendas, siendo una de ellas donde se narra que en tiempos pasados, esta residencia funcionaba como una escuela y también como banco.

Según el testimonio de los vecinos, la casa se encuentra actualmente con las puertas cerradas con bloques, para evitar que entren personas a realizar rituales demoníacos. Varios de los habitantes de la comunidad, indicaron que han observado situaciones irregulares dentro de la vivienda.

Especialmente por las noches, y altas horas, específicamente luego de pasadas las 12 de la noche, se comienzan a escuchar en las adyacencias de la vivienda, alaridos que podrían ser emitidos por espantos o espectros, que deambulan por el lugar, por lo que no es recomendable pasar cerca de esta casa embrujada.

La Carreta Bruja

La Carreta Bruja, narrada como una de las leyendas salvadoreñas que sirve de alerta para todos aquellos trasnochados que andan hasta altas horas de la noche fuera de sus hogares. Lo mismo le pasó al personaje de esta historia, un hombre que se fue a una fiesta con amigos y familiares, y sin percatarse le dieron las 12 de la noche.

Cuando decide retornar a su casa, el camino lo consigue muy oscuro y solo tenía la luz de la luna como linterna, y la compañía de un perro. Camino a su hogar, atraviesa el frente de un cementerio, comenzando a escuchar sonidos espantosos de varios animales, lo cual lo aterrorizó.

Aquel hombre se persignó y continúo su camino. A poco pasos del campo santo, el hombre logró ver un resplandor rojizo que emanaba de una carreta vieja, y cuando vio quién era el conductor de la misma, se dio cuenta que tenía la cabeza hecha de pasto.

El hombre corrió despavorido logrando llegar a su casa. Al día siguiente del extraño encuentro, el hombre se enfermó permaneciendo en su casa por 3 días seguidos, todavía consternado por lo que había visto.

La Carreta Chillona

Cuentan que la carreta chillona, tiene la particularidad que se mueve en retroceso, deambulando por las calles del Salvador, a muy altas horas en la noche. Dicen que de esta carreta, sale un estremecedor chillido, el cual le da origen a su nombre, producido por sus ruedas de madera cuando anda.

Se dice también que algunas veces, se logra escuchar el sonido de cadenas arrastrándose al pasar y que van anunciado su llegada. La tierra se estremece cuando es atravesada por esta carreta chillona, pero no debes mirarla, pues la tradición dice que todo aquel que la vea, al día siguiente aparece el individuo fallecido.

La imagen de la carreta lleva unos palos a los costados, y en sus puntas, pueden verse calaveras humanas. No tiene conductor, va caminando sola, impulsada por fuerzas sobrenaturales o fantasmas. Algunos pobladores han comentado que se trata de un espectro encargado de ir por los caminos, recogiendo las almas que están en pena, y llevarlos al más allá.

Dentro de otras versiones de la historia se dice, que este medio es conducida por un hombre sin cabeza. En el interior la carreta chillona son transportados huesos y algunos cuerpos de personas decapitadas. Todos los días, al dar la media noche, sale del cementerio a recorrer las calles en busca de las personas mentirosas, falsas e hipócritas, advirtiendoles que serán los próximos pasajeros, si no cambian sus vidas.

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El cerro El Gavilán

Ubicado en el extremo Sur de la tierra norteña del lago de Ilopango, se puede apreciar la misteriosa melancolía que encierra el Cerro del Gavilán, el cual también posee una de las leyendas salvadoreñas más populares.

Se dice que en las entrañas de este cerro, habitaba un duende llamado Dieguito, en los tiempos de antaño. Señala la tradición que cuando una persona le caía en gracia, al parecer por las adyacencias del cerro, este les obsequiaba flores y lirios silvestres, en especial si se trataba de una joven y hermosa dama, pero que también debía ser honesta.

Cuentan que dentro de las cavernas del cerro, vivía una bellísima mujer, cuyo entretenimiento era el de robar cantidades de dinero. Su nombre era Juana Francisca Callejas, pero en la región era conocida como Juana Pancha. Hay quienes dicen que esta mujer era una hechicera con el poder de trasladarse de un lugar a otro con gran rapidez y de manera desapercibida.

Utilizaba su magia para transformarse en cualquier animal doméstico y con ello poder entrar a las casas a robar prendas y el dinero que encontrase. Cuentan que una noche, mientras se preparaba para hacer su recorrido de costumbre, un grupo de brujos encabezados por el duende, la atraparon con la intención quemarla en la hoguera.

Se dice como venganza, aquella hechicera dejó la caverna que habitaba embrujada, por lo que toda persona que pretenda llegar a ella, se perderá en el camino. Y de lograrlo, al entrar en ella, no volverá a salir jamás.

A pesar de esto, existe una promesa que indica que el hechizo finalizará a las 3 p.m. de un viernes Santo, en el caso de que alguien se atreva a entrar a la cueva y pasar toda una noche allí solo y sin acobardarse con los sonidos que pueda llegar a escuchar.

El cerro El Volcancillo

Cuentan que el Cerro El Volcancillo, situado en Perquín, departamento de Morazán de El Salvador, es una región que está embrujada, pues los lugareños comentan que se aparecen a quienes suben hasta él, algunos espíritus y otros espectros, como el caso de la Siguanaba, el Cipitío o el Cadejo Negro.

Se dice que desde el cerro se escuchan ruidos como de huesos de esqueleto, cadenas arrastrándose y hasta de botellas de vidrios cayendo, pero al mirar, no se ve nada. Cuentan también que cuando una persona va al cerro, y se le aparece alguno de los espíritus, estos hacen pierdan el camino.

Este cerro El Volcancillo posee una fama de contener un tesoro de oro en su interior, lo que hace que se acerquen muchos curiosos. Según la tradición de la localidad, hace muchos años, estaba sembrada en sus senderos, una mata de oro, la cual era cortada todos los años por varias familias y hacía que el cerro creciera junto con ella.

Cuentan que aquella época era muy buena, pues todos vivían en armonía, sin egoísmos, ni envidias, ni tampoco ambición. Sin embargo, dicen que tras una maldición que le echó al cerro un sacerdote, este paró de crecer y tampoco se vio más la mata de oro, aunque todavía persisten algunas pepitas en su interior.

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La cueva del Duende

La cueva del duende, está ambientada naturalmente por una hermosa costa conocido como “Encantos del Duende”, donde se pueden realizar caminatas e incluso, un poco de agroturismo. Esta mágica cueva está rodeada por más de cien gradas de bosque, donde muchas chicas iban los fin de semanas a vender en sus canastos, ricos comales o tortillas hechas con harina.

Cuentan que al terminar sus faenas, aquellas mujeres eran sorprendidas por la presencia de unos chompipes, justo de frente al balneario, los cuales las rodeaban y al desaparecer de manera repentina, se lograba ver que con ellos estaba un pequeño muy travieso, que cuando era visto, salía corriendo a esconderse entre los matorrales.

Se dice que este era un duendecillo, que se escondía dentro de la famosa cueva, ubicada dentro de una formación rocosa tan amplia, que se extiende desde El Salvador hasta Guatemala. De acuerdo a la leyenda, todos los que van tras la búsqueda del duendecito, al entrar a la cueva, se consiguen con una enorme piedra que les dificulta el paso.

Hasta ahora, nadie se ha atrevido a traspasar la piedra por temor a quedarse atrapados para siempre, perderse en el camino, o ser capturados por el enigmático duende. Se dice también que no se puede ir acompañado de ninguna mascota, pues algunos que entraron a la misteriosa cueva haciendolo, jamás salieron.

La chancha bruja

En el Salvador, al cochino o cerdo se le suele llamar Chancha y es este animal precisamente, quien protagoniza la siguiente de las leyendas salvadoreñas. Según la tradición y los mitos, las mujeres que practican hechicería, tienen la potestad de convertirse en cualquier animal, sin embargo, el cerdo o la chancha es el más común de los casos.

Para lograr semejante transformación, deben cumplir con un ritual, el cual consiste en repetir un poderoso hechizo u oración, mientras dan tres brincos y luego una vuelta hacia atrás, cerrando con otro par de pasos hacia adelante. De esta forma, dicen que el alma de la persona deja su cuerpo, saliendo por la boca y quedando depositadas dentro de pequeñas jaulas típicas de este tipo de maleficios.

Una vez convertidas, las brujas toman las formas de “chanchas” muy grandes y fuertes, pero además un tanto agresivas. Detallando un poco más su aspecto, se puede decir que por lo general, son de color negro. Cuando se manifiestan, aparecen recorriendo las calles con gran velocidad, llenas de lodo y gruñendo a todo el que se les atraviese.

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Las brujas se convierten en chanchas para poder dañar a las personas de quienes desean vengarse. Usan su gran tamaño y fuerza para embestir velozmente, y una vez que logran derribarlas, comienzan a golpearlas y morderlas hasta dejarlas inconscientes, e incluso, algunos casos más extremos, le causan la muerte.

Durante el ataque, dejan a sus víctimas sin prendas ni joyas, despojándolas hasta de su dinero. También se meten a las granjas adyacentes para robar los animales y comida. Hay quienes dicen que se transforman para vengarse a razón de un desamor o abandono.

Si te topas con una de ellas, debes lanzarles sal para que jamás recuperen su forma humana, o también puedes llamarlas por sus nombres para que se alejen por vergüenza. Dicen que las brujas necesitan de mucha energía vital para poder transformarse, razón por la cual, al volver a su forma humana, se enferman y pierden los ánimos, teniendo que guardar cama para poder recuperarse de la transformación en animal.

La Descarnada

La Descarnada, es una de las leyendas salvadoreñas de terror y misterio, que trata La historia de una mujer, cuyo espíritu busca vengarse de los hombres trasnochados, borrachos e infieles a quienes seduce con su hermosura, para luego mostrarse con su verdadera apariencia, que no es otra que la de un esqueleto viviente.​

La leyenda de la Descarnada está relacionada con otros mitos como el de la Siguanaba y la Llorona, aunque con algunas variaciones. Esta leyenda se sitúa en la carretera que conduce de Santa Ana hacia Chalchupa en El Salvador, donde era vista siempre a altas horas de la noche una esbelta mujer.

Se había acostumbrado a pedirles un aventón a los viajeros que transitaban solos en la carretera, específicamente a los hombres. Cuentan que cuando le preguntaban hacia dónde se dirigía, esta siempre indicaba la dirección de algún lugar cercano, y  sin dudar mucho, la subían al vehículo, retomando el viaje.

Al poco tiempo del viaje, aquella misteriosa mujer comenzaba a mirar a los choferes de una forma bastante provocadora, terminando por seducirlos. Al momento de las caricias, aquella hermosa dama se iba transformando, desprendiéndosele poco a poco la piel, quedando entre las manos del hombre, solo restos de piel y músculos.

Paralizado por el miedo, aquel hombre se detuvo enseguida, más sin embargo, el proceso de descomposición y degradación continuó hasta que la mujer quedó expuesta como un esqueleto viviente. Todas las víctimas de “La Descarnada”, quedan en shock y pierden hasta el habla, por lo que se les dificulta explicar lo que presencian.

El Duende

El Duende, es una de las leyendas salvadoreñas, cuyo tema es muy similar en otros países de Centroamérica. Nos habla sobre un espectro o entidad sobrenatural, que se enamora de las mujeres jóvenes y bonitas de la región, a las cuales no tiene intención de dañarlas, sino por el contrario, solo es juguetón con ellas, realizándole un sinfín de travesuras.

Pero, a pesar de esto, se dice que posee un sentido para detectar solo a las que son buenas, que es otra de las cualidades con las que deben contar las chicas, en vista de que al percatarse que la joven elegida cuenta con un carácter negativo, su comportamiento hacia ella cambia radicalmente.

Este personaje de El Duende, suele salir de noche para ver a las hermosas damas pasar cerca de él, aunque dicen que a otras las vigila y cuando estas se percatan de su presencia, es cuando comienza a gastarles las bromas. Quienes lo han visto lo describen del tamaño de un niño de 10 años, con grandes orejas y llevando un sombrero como de arlequín, y un traje ajustado en color verde.

El entierro de Chalchuapa

Chalchuapa, es un pueblo pequeño de Santa Ana en El Salvador. Cuenta que durante varias noches, se podía observar a un grupo de personas participando como en una procesión, los cuales iban en dirección al cementerio, aparentemente para cumplir un entierro.

Quienes los han observado, indican que este grupo de personas van cargando un ataúd de color negro, mientras que otras van llevando unas velas encendidas, desde la entrada del pueblo de Chalchuapa hasta el cementerio, todas las noches.

En el pueblo tienen la tradición de esperar a que pase la procesión por respeto y educación hacia el difunto, y dicen que mientras los trasnochadores esperaban, uno de los participantes le entrega una vela encendida a manera de recuerdo.

Mayor sorpresa se llevó la persona al ver al día siguiente la vela transformada en un hueso humano. Se dice que la persona enloqueció de la impresión y de tanto sobresalto, luego terminó muriendo. Desde entonces ya nadie sale por las noches para no toparse con la procesión del entierro.

La Flor de Amate

De forma sorprendente caracterizan a estas leyendas salvadoreñas relacionadas con La Flor de Amate, todos quienes las conocen, debido a que su mito guarda muchos misterios. Esta flor proviene del árbol Amate, específicamente de la cima del árbol.

Es una hermosa flor de color blanca, con el poder de concederle cualquier deseo a la persona que sea capaz de conseguirla. Pero, poder obtenerla no es tan fácil pues implica el desarrollo de todo un proceso el poder capturarla, por lo que debes seguir estrictamente los siguientes pasos.

El primer paso es conseguir un pañuelo de color blanco, puesto que no se puede agarrar directamente con las manos la delicada flor. Lo segundo, es esperar hasta la medianoche para poder hacerlo. Cuando ya se corte, debe mantenerse guardada dentro del pañuelo, el cual deberá ser doblado con la forma de una cruz.

La persona debe vigilar que la flor no desaparezca, ya que de igual manera lo hará su suerte. Otro detalle de esta leyenda es que según la tradición, solo niños y personas sordas logran ver la flor. Se dice también, que aunque su árbol es muy frondoso y da muy buena sombra, los salvadoreños temen recostarse de él pues, comentan que al pie del árbol suele provocar miedo.

El Gritón de medianoche

Dice la leyendas salvadoreñas, que el gritón o como se popularizó, el gritón de medianoche, era hijo de una india que fue expulsada de su tribu, tras ser poseída en medio de la selva por el demonio. Cuentan que de esta unión fue que nació “el Gritón”, cuyas características son las de un ser místico de gran tamaño y que es mitad demonio y mitad humano.

Se hace distinguir por la emisión de un grito terrorífico, con el que es capaz de hacer temblar la tierra y arrancar los árboles de raíz. También ha provocado que los riachuelos se desborden, atemorizando que todo aquel que lo escucha. Se mantiene al acecho de los hombres que osan atravesar por la selva a media noche. Se ha comentado que quienes lo han escuchado, pasados varios días, les da fiebres y calenturas.

Otras versiones indican que el Gritón, es el alma en pena de un carretero, el cual desde un monte muy alto, gritaba con mucha fuerza durante la media noche y su lamento podía ser escuchado a varios kilómetros de distancia. Su grito era peculiar, similar a cuando se arrean las mulas. Dicen que cuando alguien coreaba su grito, entonces el gritaba más duro hasta dejarlos sordos.

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El hacendado de Zapotitán

El bondadoso y hermoso Valle de Zapotitán, existe una hacienda que sirve como escenario a esta leyendas salvadoreñas. En este fundo se cosechan diversos tipos de vegetales y frutas, los mejores del país. Entre los nombres de los dueños y terrenos, destaca el de don Emeterio Ruano, conocido como El hacendado del Valle de Zapotitán.

Cuenta la tradición que era una antigua costumbre en El Salvador, que los hacendados hicieran pactos diabólicos para obtener sus riquezas. Según un rumor creado por sus criados y peones, don Emeterio Ruano había hecho un pacto con el propio Satanás, ofreciéndole su alma, a cambio de mucho dinero, bienes, mujeres y gozos.

A pesar de que don Emeterio, ya era un individuo muy rico, lo movía la codicia y el deseo por tener mucho más poder, a tal punto de llegar a sacrificar su espiritualidad por lo material. Luego del día en que se hizo el pacto entre el hacendado y el diablo, se formó en la entrada de la hacienda una piedra de un color negro místico y con la marca de unos símbolos extraños.

Ese era el lugar donde se dio el convenio, quedando además como punto de encuentro para tratar otros macabros negocios. Con el pasar de los años, don Emeterio se volvía más rico y poderoso, en cambio su alma, cada vez era más pobre.

Llegó a tal punto en que su alma ya estaba totalmente perdida, comenzando a ocurrir las cosas más extrañas. En zozobra, quiso quitarse la vida para acabar con el padecimiento, pero siguió penando porque su alma ya no le pertenecía. Esto sirvió de ejemplo para todos los codiciosos.

La hamaca de la Siguanaba

Los árboles de amate, desde siempre han contado con un sitio de honor dentro de las leyendas salvadoreñas, ya que son árboles de aspectos misteriosos, que encierran muchos secretos, los cuales se ponen de manifiesto, especialmente por las noches.

Estos místicos árboles, sirven como refugio para los seres sobrenaturales, razón por la cual dicen que aunque dan muy buena sombra, no se puede reposar al pie de un amate, pues allí espantan. Uno de estos misterios es el de la hamaca de la siguanaba, que se observa al moverse las ramas del árbol de un lado al otro, sin que el viento esté soplando, es porque la Siguanaba se está meciendo.

De igual manera se dice que la Sinaguaba, aguarda pacientemente debajo del árbol para poder asustar a quien se acerque, especialmente por las noches, cuando deambulan por la zona los hombres, después de las 10 pm. Se les aparece como una hermosa mujer que intenta seducirlos y luego, se transforma en el espanto que es.

Las posibles víctimas, huyen despavoridos, alegando que nunca más andarán cerca de los árboles de amates en horas de la noche. Se dice que este espectro ataca especialmente a los hombres casados e infieles, como castigo por andar buscando aventuras lejos de sus casas.

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El Justo Juez de la Noche

Otra de las leyendas salvadoreñas de espanto, es El Justo Juez de la noche, un fantasma que se le aparece a quienes andan a altas horas de la noche por los caminos rurales. Dicen que es un jinete misterioso, montado sobre un caballo de color negro, y sin cabeza, manifestándose tras una columna de humo.

Por lo general, acostumbra a atormentar y torturar a sus víctimas, haciendo terroríficos ruidos, además de poseer sus cuerpos durante las noches, mientras duermen, robándoles el sueño y provocándoles insomnio hasta altas horas de la madrugada, para que luego crean que sus visiones, son producto del agotamiento y el cansancio.

Su leyenda es venerada por parte de la descendencia de los hechiceros y brujos, sin embargo, si quieres enfrentarlo, debes hacerlo específicamente a las 4:13 a.m. elevando una oración y diversas plegarias. Este espectro asegura que la noche le pertenece solo a él, por lo que al encontrarse con alguien, les advierte que retornen a sus hogares y que nadie salga.

La Mona Bruja

La historia de la leyendas salvadoreñas sobre La Mona Bruja es muy similar a la de la chancha bruja, pues señala que son mujeres hechiceras que se transforman en algún animal, solo que esta vez, en lugar de cerdo son monos. Se dicen que son mujeres abandonadas, que buscan vengarse de sus ex parejas, practicando la hechicería y elaborando todo tipo de conjuros.

La leyenda cuenta que luego de que se convierten en simios o monos, emprenden la búsqueda del hombre que las abandonó o que les hizo algún daño sentimental, para atormentarlo por las noches, corriendo sobre los techos de sus casas, o los atacan físicamente.

Dicho encantamiento requiere de un ritual, donde las mujeres deben tomar una flor del árbol de chilamate y declamar unas palabras muy secretas, solo por unos instantes y en horas de la media noche.

Esto es solo la primera parte del ritual, pues después tienen que hacer tres vueltas, seguidos de tres pasos hacia atrás y otros tres hacia adelante, logrando con ello, transformarse en los animales. En medio de este ritual, deben estar preparadas con una especie de huacal, que es donde el alma de la persona caerá, convertida en un líquido espeso, mientras se transforma en el animal deseado o invocado.

La mona bruja se pasea por las ramas de los árboles y los techos de las casas, gastando a las personas travesuras, lanzando objetos a los techos de las casas, o simplemente corriendo y haciendo ruidos en forma de chirridos molestos, con la intención de asustar y hacerle la vida imposible a sus víctimas.

Según las abuelas, la única protección que pueden usar los hombres contra este ataque es llevar ropa interior de color rojo y al revés. Cansados por estas cosas, los vecinos se reúnen y organizan para tratar de atrapar a la mona bruja, pero cuando ésta se siente acorralada, se esfuma como por arte de magia.

Sin embargo, la persona que hace la transformación, al volver a su estado humano, se siente debilitada, pues se dice que estos cambios, le quitan energía vital acortándoles el tiempo a estas brujas, o envejeciéndolas rápidamente.

Cuentan que una manera de enfrentar a las monas brujas, es lanzarles sal o destruir el recipiente donde se supone que han dejado el alma. De lograrlo, entonces las brujas se quedarán para siempre con las forma del animal que hayan invocado, en este caso de la mona.

La muerte del brujo de Nahuaterique

Cuenta las leyendas salvadoreñas, que Nahuaterique, era una localidad conocida por las labores ganaderas y agrícolas desarrolladas con mucho auge, más que por la manifestación de ningun brujo o hechiceros, lo que hace a esta historia aún más interesante.

La población de Nahuaterique, se caracterizaba por ser una comunidad habitada por gente trabajadora y honesta, que no conocía de maldad, hechicería, ni malas costumbres. A pesar de esto, dicen que por las noches, comenzó a aparecer una criatura con forma de una enorme lechuza, que asaltaba los corrales de animales, propiedades de humildes campesinos y productores, y les chupaba la sangre.

Estos sucesos cada vez se hacían más constantes, creando miedo y zozobra entre la población, pues nadie quería que sus animales fuesen atacados por este ser misterioso y nocturno. El temible ataque a los animales de las granjas, además de temor, les estaba generando grandes pérdidas económicas a los propietarios.

Dicen que un día, cansado por la situación, uno de los granjeros se dispuso a capturar a la mística criatura, por lo que se armó de valor, tomó su viejo rifle y emprendió la búsqueda. Por varias noches le montó vigilancia, pero sin tener suerte alguna, hasta que en una de esas noches escuchó un fuerte aleteo, y mayor sorpresa cuando tuvo ante él a la enorme lechuza, cuyo tamaño cuenta que era descomunal.

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El hombre le propinó dos disparos, observando luego como del impacto se le desprendían las plumas, escuchándose un fuerte golpe cuando cayó herida al suelo. Sin embargo, a pesar de haber escuchado el fuerte golpe, el granjero no pudo ver nada en medio de la noche tan oscura, por lo que decidió retirarse y esperar hasta el siguiente, convencido de que había acabado con la vida de la extraña ave.

Los vecinos que conocían del suceso, se levantaron muy temprano dirigiéndose hasta el lugar para ver las plumas y a la criatura que supuestamente yacía en el pavimento. Para sorpresa de todos, en aquel lugar no había absolutamente nada, ni siquiera rastros de plumas, ni huellas que indicara que algo había caído en el suelo.

Una semana después de ocurridos aquellos hechos, y a pesar de que no se tenía la certeza de que el cazador fuese matado a la misteriosa criatura, jamás se volvió a aparecer por los alrededores. Poco después, los vecinos se enteraron de la muerte de un brujo ermitaño, que vivía en unas cuevas cercanas a la comunidad de Nahuaterique.

Al enterarse también de las causas de la muerte, que había sido precisamente de dos disparos, los vecinos cayeron en cuenta que el brujo de Nahuaterique, se convertía en la enorme lechuza que atacaba a los animales de las granjas.

La piedra bruja

El misterio de las leyendas salvadoreñas referidas a la Piedra Bruja, data de una época muy antigua, por allá en los finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Narra la historia que esta misteriosa piedra se encontraba clavada en la cima del cerro que era llamado de la misma manera, el cerro brujo.

De acuerdo a la tradición, muchos  espectros, fantasmas y duendes, juguetean por las noches, emitiendo extraños sonidos que salían desde el mítico cerro. Al parecer, el sitio donde estaba colocada la piedra servía como una marca para ubicar la zona específica donde supuestamente se hacían diversos pactos maléficos.

Se comenta que era en ese lugar donde los pobladores llegaban a realizar pactos con el Diablo, vendiéndose su alma a cambio de favores, riquezas y otros beneficios. Hasta llegaron al punto de regalarle el alma de sus seres queridos a Satanás, dándoselas como una ofrenda a cambio de riquezas materiales.

Todos los que pactaron con el diablo, se les vieron que tuvieron una gran fortuna de la noche a la mañana, teniendo en los patios de su casas, vasijas y tinajas repletas de monedas de oro y también de plata. Pero, de nada servía, porque ese dinero estaba maldito.

Además de estos pactos diabólicos a cambio de fortuna, poder y dinero, se dice que otras cosas atemorizantes ocurrieron en el lugar donde estaba la misteriosa Piedra Bruja. Había personas que acudían hasta el lugar de la piedra bruja para hacerle hechicerías y otros maleficios a quienes consideraban sus enemigos.

Hay quienes dicen que esta piedra era tan poderosa, que muchos acudían hasta ella para solicitarle mediante la realización de rituales, que se les otorgaran poderes extraordinarios, a través de los cuales pudieran cambiar su apariencia, transformándose mayormente en algún tipo de animal, lo que dio origen a las leyendas salvadoreñas de la chancha bruja o de la mona bruja.

La puerta del Diablo

Dos peñascos situados sobre el cerro El Chulo, en el municipio de Panchimalco de El Salvador, se han convertido en la gran maravilla de lugar. Según su forma, dan la imagen de una grieta sobre la cual puede observarse todo el territorio circundante desde su cima.

Este lugar es conocido como La Puerta del Diablo, título también de una de las populares leyendas salvadoreñas. Su nombre real es Cerro Chulo, pero los lugareños lo han bautizado como la Puerta del Diablo, derivado de las misteriosas historias que encierran la manera en la que se formaron los peñascos.

Una de estas historias se ubica en la época de la Colonia, donde estas extensiones de tierras, eran propiedad de una familia de apellido Renderos. Dice que tenían una hija, una joven muy hermosa que estaba siendo seducida por el mismísimo Diablo.

Los padres alarmados por la situación, buscaron ayuda entre los vecinos y juntos, decidieron acabar con la maligna criatura. Cuentan las leyendas salvadoreñas vinculadas a este tema, que lo persiguieron por todo el pueblo, y una vez que se vio acorralado por la turba de persona, rompió un peñasco quedando de la forma en la que está en la actualidad.

Otra de las historias comenta que el diablo al verse acorralado por los vecinos y los padres de la joven, empleando un satánico hechizo se convirtió en un toro, para poder enfrentarlos. En medio de la lucha, rompieron una enorme roca, la cual automáticamente se partió en dos partes, tomando la forma de una enorme puerta, que hoy en día, es visitada por miles de turistas, propios y foráneos.

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El Serapio

El Serapio, es una de las leyendas salvadoreñas que tiene relación con otras historias donde los personajes se involucran con tratados misteriosos y pactos a cambio de mucha fortuna y dinero, además de codicia. Precisamente, la historia de Serapio, cuenta que era el hombre más rico de toda la región.

Contaba con una gran variedad de bienes materiales, y todos los días se aparecía con algo nuevo: una mesa, una cama, un colchón y así sucesivamente, cada vez tenía más y más cosas. Pero no solo eso era lo extraño que pasaba en la vida de Serapio, también por las noches lo visitaba siempre una mulita negra, que cuando se montaba en ella, de repente, aparecía en algún lugar distinto a donde se encontraba.

Los pobladores y curiosos, comenzaron a investigar qué había detrás de estos hechos, hasta que se dieron cuenta de que Serapio tenía un pacto con el diablo. La mulita negra que iba todas las noches a su casa, era enviada por el diablo, cargada de dinero para que se pudiera comprar todas las cosas y que hiciera largos viajes en poco tiempo.

Los lugareños tomaron cartas en el asunto y mandaron a llamar a un cura. Este le pidió a Serapio que tomara todos sus textos sobre brujería y los lanzará al fondo de una poza, para poder deshacer así el maleficio. Serapio llevó a cabo la petición del cura, y al deshacerse de los libros, también desaparecieron todas sus cosas, quedándose sin nada.

Con el transcurrir de los años, Serapio comenzó a extrañar su vida pasada y el disfrute de todas sus cosas materiales, por lo que regresó a la poza a intentar rescatar sus libros de hechicería y reanudar su pacto con el diablo, pero al llegar allí, una fuerza sobrenatural lo arrastró hasta el fondo de la poza, muriendo ahogado. Se dice que nunca encontraron su cuerpo, ni tampoco los libros. Ahora esta famosa poza lleva su nombre.

La serpiente del Lago de Coatepeque

En el departamento de Santa Ana en El Salvador, está ubicado El Lago de Coatepeque, que es también el título de una de las leyendas salvadoreñas populares. La misteriosa leyenda cuenta de la existencia de una gran serpiente, que supuestamente habitaba los abismos de dicho lugar.

Dicha criatura era de enormes proporciones y tenía como señas, un solo ojo y un cuerno en la frente. Se dice, que una vez al año se le escuchaba rezongar fuertemente y al hacerlo, las aguas del lago se agitaban y estremecían. Estos sonidos eran escuchados por los ribereños de la región.

Otro signo de su presencia, era el fuerte olor a azufre que durante tres días se destilaba desde el lago. Este olor era percibido por los habitantes, quienes lo relacionaban con el infierno. Por muchos años, estas circunstancias mantenían desconcertados a los habitantes del lugar, quienes hasta la actualidad, desconocen cuál era la realidad del caso.

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La serpiente de la poza del Coral

Uno de los temas favoritos de las leyendas salvadoreñas han sido las serpientes, razón por la cual desde tiempos muy remotos, se ha hablado de ella en los mitos para advertir sobre su aparición por considerarlas unas criaturas misteriosas y altamente peligrosas.

Incluso, en algunas de las historias se les han atribuido a estas serpientes, poderes sobrenaturales con los cuales, la mayoría de las veces, influyen dentro de la vida y las actividades de los humanos. Uno de estos casos es el cuento sobre la serpiente de la poza del Coral, que tiene lugar en  San José Villanueva – El Salvador.

Cuentan que por esa región, las culebras y serpientes rondan entre las piedras, y luego salen a nadar al lago frente a los visitantes, quienes las logran ver solo por unos instantes, pues después desaparecen de forma instantánea. El lago tiene una poza donde las personas aseguran haber visto una serpiente de coral con la cabeza roja y es por ello, que tal lugar adoptó el nombre de La serpiente de la poza del Coral.

Dicha serpiente es muy hábil, ya que suele salir de entre las piedras o a veces, hasta desde una pequeña cascada, para entonces nadar frente a los ojos de los curiosos que quedan asombrados, para luego esconderse nuevamente entre las piedras, como si no fuese pasado nada. Las lluvias que han caído en la zona, convirtieron la poza en un riachuelo enmarcado alrededor de pequeñas cuevas, donde se suponen que habitan muchas más serpientes.

La Siguanaba

Una de las leyendas salvadoreñas más conocidas no solo en El Salvador sino también en varias partes del mundo, es la referida a la Siguanaba, un personaje mítico simbolizado por una mujer, tildada como mala madre, pues se dice que solía dejar a sus hijos solos, para encontrarse con diversos amantes.

Esta mujer era de origen indígena y estaba casada con el dios Tláloc. Cuenta la leyenda que dejaba a su pobre hijo que aún estaba muy pequeño, pasando hambre y muchas necesidades además, dejándolo solo y desprotegido. Un día su esposo, el dios Tláloc, se dio cuenta de la situación que se venía presentado a sus espaldas, por lo que le lanzó una maldición que duraría toda la eternidad.

Desde entonces, se dice que puede verse a esta mujer, como un alma en pena sin tener perdón ni consuelo. Su nombre en la lengua nativa se escribe Sihuanaba, que significa horrible mujer. Los pobladores rurales señalan que se le ha visto a muy altas horas de la madrugada, vagando por todos lados, apareciéndosele a los trasnochados, borrachos e infieles que andan también por la calle.

Desde lejos, aparenta ser una hermosa mujer esbelta, pero cuando se acerca a los hombres y estos la ven, se percatan de que es un ser horrible. Aunque esta leyenda se parece mucho a otras de Centroamérica, este mito es propio de El Salvador, registrada como leyendas salvadoreñas nativas.

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El Tabudo

El Lago Coatepeque, vuelve a ser el escenario de otra de las leyendas salvadoreñas. Esta vez se trata de la historia de “El Tabudo”, un espíritu que a pesar de ser bueno, mantiene encantado aquel lugar natural en El Salvador. Esta es una leyenda muy popular entre los pescadores de las costas, ya que se dice que era a ellos que se les aparecía, inicialmente en un tamaño pequeño, hasta que poco a poco se iba convirtiendo en uno muy grande.

Cuentan que un día, un hombre salió al lago para dar un paseo dentro de una balsa artesanal, en las adyacencias de una isla llamada Teopan, conocida por ser un lugar lleno de serpientes. Misteriosamente, aquel hombre fue arrastrado por una corriente  subterránea, que lo fue llevando hasta las profundidades del mismo, donde dicen que habita una diosa de agua dulce llamada Itzqueyé.

Dicen que nadie más volvió a saber de él desde aquel día. Pero, a los pocos meses del suceso, se les apareció a las personas que cuidaban su casa y otras de sus propiedades, los cuales quedaron impactados al verlo.

Tenía las piernas alargadas y los labios ensanchados, pareciendo más una criatura del mar, que un humano. Hay quienes indican que cuando las personas están en el lago pescando, se les suele aparecer de repente, sentándose en la parte delantera de la embarcación.

Los lugareños lo han apodado el Tabudo, por los largo de sus piernas, que incluso sobrepasaban lo pequeño de su cabeza. Se dice que los pescadores que le temen, huyen despavoridos sin lograr ninguna pesca, pero en cambio, quien se queda a enfrentarlo, obtiene buenos peces ese día.

Leyendas Religiosas

Como en muchos de los países hispanoamericanos, el Salvador, mantiene sus aspectos religiosos ligados a la historia y a la cultura, es por ello que dentro de sus historias folclóricas resaltan algunas de las siguientes leyendas.

Nuestra Señora de Santa Ana

Nuestra Señora de Santa Ana es de las leyendas salvadoreñas de corte ancestral y religioso. Cuentan que en medio de una procesión, un grupo de indígenas, iban cargando la imagen en estatua de la virgen María. En medio del traslado, al llegar a la población de Santa Ana, los agarró la noche, por lo que decidieron pernoctar allí.

Escogieron así la zona donde estaba una gran ceiba, ubicada en la única plazoleta del lugar, que para aquellos días era conocida como Sihuatehuacan. Apenas amaneció, el grupo se preparaba para seguir el camino, pero se llevaron una gran sorpresa al intentar cargar la imagen de la virgen, pues la misma estaba tan pesada que se les hizo imposible moverla siquiera.

Tomaron entonces la decisión de dejarla en ese sitio, donde tiempo después se levantó una ermita y luego se fundó una iglesia, llamando a la imagen de la santa virgen como Nuestra Señora de Santa Ana. Cuenta también que durante los hechos de la “Revolución del 44”, ocurridas en el cerro Techan, había un grupo de soldados desesperados y sin armas, rodeados por el bando contrario.

De repente, se les apareció una extraña señora, hermosa y muy alta, que llevaba consigo un cántaro de agua en la cabeza, con el cual les dio de beber a aquellos soldados. Los soldados conocieron al poco tiempo que aquella extraña mujer era la Virgen de Nuestra Señora de Santa Ana, quien acudió a su auxilio para ayudarlos en la batalla como un milagro.

El Padre sin Cabeza

Las leyendas salvadoreñas tienen a la historia de El Padre Sin Cabeza como una de las prendas más preciadas, por ser una de las favoritas de los lectores. Este mito hace referencia a la existencia de un alma en pena que suele entrar y salir de las iglesias. Aquellos que aseguran haberlo visto, dicen que se trata de un personaje que no tiene cabeza.

También han indicado que porta en la mano un rosario y como vestimenta lleva una sotana puesta, asegurando que va al encuentro de los fiesteros, borrachos y trasnochados que salen los viernes por la noche. Además de entrar y salir de las iglesias, cuentan que esta ánima se pasea por los campanarios, para luego desaparecer misteriosamente.

Con relación al origen de esta leyenda salvadoreña, se tejen dos historias, una de ellas indica que se trata del alma de un sacerdote que anda errante por el mundo porque murió sin poder confesar sus pecados. Se dice que fue excomulgado por haber sido descubierto en una relación amorosa con una mujer.

La segunda de las versiones, habla de la existencia de un cura que murió junto a unos campesinos cuando participaba activamente de una revuelta. Se dice que no tiene cabeza porque fue decapitado durante la ocurrencia de aquellos eventos, oficiados por las autoridades de la región. La leyenda reza que entra y sale de las iglesias anda buscando dónde quedó su cabeza.

La cueva del Cura

Entre los mitos y tradiciones, esta es de las leyendas salvadoreñas poco conocidas. La historia se sitúa en las adyacencias del río Agua Caliente – aguas termales, donde existe una cueva que permanece semi oculta debajo de una pequeña cascada. Este era el escondite de parejas de jóvenes enamorados, que se citaban a escondidas en dicho lugar.

Sin embargo, esto se refiere a la leyenda de un sacerdote del pueblo de Caluco en El Salvador, un bello y tranquilo pueblo del occidente en Sonsonate, vecino del pueblo Izalco, razón por la cual le corre fama de ser habitado por brujos y otros poderosos chamanes.

Se dice que realizando sus actividades, ofendieron gravemente a la iglesia católica, por lo que el alto mando de la religión, envía a uno de sus curas, para restaurar la fe entre los habitantes de Caluco, los cuales, en aquellos tiempos, eran indígenas en su mayoría.

Los pobladores de Caluco practicaban abiertamente el nahualismo, una creencia que se basa en que a través de hechizos y otros conjuros, los hombres podían ser convertidos en diversos tipos de animales. Al llegar al pueblo, el cura convocó a una misa, pero las personas no asistieron.

Por el contrario, se acercaban a la puerta del templo, toda clase de animales, esto dejó al cura muy sorprendido y sin una explicación de lo que estaba pasando. Cada vez que él convocaba una misa o sermón, se aparecían animales ruidosos molestando al señor cura, impidiendo que cumpliera con su obligación de ofrecer la palabra de Dios.

Supuestamente, estos animales no eran otros que los hechiceros y chamanes que se habían transformado, solo con la intención de molestar al cura. Ya desesperado por no saber qué hacer ante esta situación, el cura decidió abandonar el pueblo de Caluco, pero, no sin antes lanzar una terrible maldición sobre el pueblito.

Para cumplir con el ritual, el cura dejó enterrada en la entrada de la iglesia, una imagen colocada hacia abajo de Cristo. Al poco tiempo, comenzaron a ocurrir una serie de terremotos azotando el lugar, sufriendo graves daños todo el pueblo y destruyendo por completo el templo.

La gente culpaba al cura por lo ocurrido y se disponían a lincharlo, por lo que el sacerdote huyó en dirección a una cueva ubicada sobre el río. Se dice que esta es la razón por la que la cueva del río del Agua Caliente en Caluco, pasó a ser entonces conocida como la cueva del cura. Desde entonces también se dice que sirve como escondite para todos los desdichados que van huyendo del pueblo al igual que lo hizo el cura.

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La Virgen de Dolores

Esta es de las leyendas salvadoreñas de corte religioso. Se trata de la imagen de la Virgen de Dolores, a la cual los fieles veneraban en un templo de arquitectura muy sencilla, desde los años de 1781. Sin embargo, muchas personas relatan que dicho valor histórico se perdió por culpa de un sacerdote que ordenó la remodelación del templo, borrando los indicios de la riqueza histórica que había en el lugar.

De acuerdo a la narración de la historia, la figura de la santa Virgen fue encontrada de una manera accidental en un sitio, donde hoy en día, hay una iglesia católica. El hallazgo lo hicieron unos trabajadores campesinos, quienes animaron al resto de los habitantes para que le rindieran culto.

Iban llevando la imagen de la Virgen como en procesión, pero dicen que la misma se volvía cada vez más pesada, haciendo imposible que pudieran seguir cargándola. Fue entonces cuando decidieron dejarla en el mismo sitio de su hallazgo, construyendo un templo para ser contemplada, bajo autorización de los maximos jerarcas de la Iglesia Católica del país.

Dicen que la misma virgen les indico el sitio exacto donde quería que estuvieran su templo y su estatua, logrando la edificación con grandes paredes de adobe y amplias puertas y ventanas.  Según los pobladores más antiguos de la región, decían que la imagen de la virgen de Dolores, fue encontrada por un sacerdote, que la trasladó hasta el lugar que ocupa hoy en día.

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La Virgen de Izalco

Otra de las leyendas salvadoreñas religiosas es la que narra la historia de la Virgen de Izalco, cuando la Virgen Inmaculada Concepción, intervino para salvar a la región de que fuese destruida por las acción constante de las erupciones del volcán de Izalco.

Como parte de su tradición, muchos izalqueños realizan un recorrido cada año, todos los 10 de diciembre en horas de la mañana, en dirección a las faldas del Volcán de Izalco. Por su parte, los miembros de la romería, van cargando el monumento de la Virgen, realizando varios cánticos marianos durante el trayecto.

Dicha procesión, es parte del agradecimiento hacia la Virgen que le hacen los fieles creyentes, luego del milagro ocurrido en el año de 1935, cuando contuvo la lava que amenazaba con destruir todo el pueblo de Izalco. Luego de estar por casi un siglo inactivo, el volcán de Izalco comenzó a lanzar lava, corriendo el riesgo de que se desbordara.

El párroco de la Iglesia de aquellos años, reunió a varios feligreses y tomaron la imagen de la santísima Virgen de la Concepción, paseándola por los alrededores del volcán, elevando diversas plegarias. El volcán se calmó y la lava se contuvo, tomando ahora la fecha del 10 de diciembre de cada año, para conmemorar el milagro y agradecer a la Virgen.

Como parte de las actividades, no solo se hace la procesión, también se celebran misas e eucaristías sobre las faldas del volcán, en honor a la Santa Madre y una estatua de la Virgen se encuentra colocada justo en el sitio donde la lava cambió de rumbo.

La Virgen de La Paz

La Virgen de La Paz, es la patrona nacional de El Salvador, razón por la cual, no podía faltar su historia dentro de las leyendas salvadoreñas. Se comienzan a narrar los hechos, señalando la ubicación de una embarcación que fue emboscada en alta mar, siendo atacada por un grupo de filibusteros que querían robarse una caja de madera que estaba cerrada y nadie conocía su contenido.

En medio de la revuelta, la misteriosa caja cayó al mar, siendo hallada más tarde por unos mercaderes que se encontraban en la playa. Sin embargo, estos no pudieron abrir aquella caja, por lo que la montaron sobre una mula, con destino a la comunidad de San Miguel. El viaje tardó unos cuantos días.

Al llegar al destino previsto, la pobre burrita cayó rendida en plena plaza principal, quedando justamente de frente con la antigua iglesia parroquial. Fue allí precisamente donde lograron abrir la caja, y tras quitar varias envolturas que venían dentro, todos quedaron sorprendidos por el contenido que era el de una imagen de una Virgen con un niño en brazos.

Pronto esta noticia se conoció en toda la ciudad, y los fieles creyentes entonces se acercaban a la imagen para hablarle sobre sus penas, pedirle algunos cuantos favores o simplemente buscando un poco de paz en medio de sus angustias. Aquella imagen encontrada en la playa se le dio el nombre de “Virgen de la Paz”.

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